Por un tiempo, veía ese rostro, su cerebro traía la palabra
Tom antes que ninguna otra. Voldemort lucía sólo un poco más viejo que cuando lo había visto como un hombre joven en el mundo fantasmal de un diario, o que esa borrosa figura en la Cámara. Pero ninguno de sus seguidores se hubiera atrevido a llamarlo así, y ahora se había vuelto automático para Harry el pensar en esta figura de cabello negro, que no lucía mucho más viejo que un estudiante de último año en Hogwarts, como la forma en que prefería ser llamado.
En contraste con Snape, Voldemort usaba túnicas de color verde profundo, pero tan cercano al negro que casi no hacía diferencia con esta luz. Nada cubría su cabeza, excepto la capucha de su túnica, aunque la estaba bajando justo ahora, para ver mejor, sin duda.
Harry se negó a permitirse cerrar los ojos.
Los pasos de Snape jamás habían sido tan fuertes, haciendo eco en esa habitación. Harry lo escuchó moviéndose hacia el otro lado del escritorio. En esta posición no podía ver lo que traía Snape. ¿Podría ser la vara, como siempre? Snape podría haberlo puesto en esta posición al recordar que Harry no tenía su libro de pociones.
Pero no creía que esa fuera la razón.
El sonido del pestillo del anaquel al abrirse. Estaba sacando algo. Harry deseó saber a voluntad si era la vara sólo por el sonido, pero si la voluntad hacía cosas así, no estaría inclinado sobre el escritorio de Snape, en primer lugar.
Ni Voldemort lo estaría mirando con tal placer en su rostro demasiado joven. Al ver que la sonrisa del Señor Oscuro se profundizaba sólo un poco, Harry tuvo la sensación de que lo que Snape había sacado de ese anaquel debía ser algo muy malo.
“¿Le complacería verlo atado, mi señor?”
Podía ser una advertencia para él que sí, por supuesto, iba a ser malo. O tal vez sólo había sido el conocimiento de Snape sobre las perversiones favoritas de Voldemort.
“No, Severus, creo que disfrutaré viendo si el pequeño mestizo puede mantenerse apropiadamente quieto mientras es castigado. Agregas castigos adicionales si no puede, ¿no es así?”
“Por supuesto.”
Bueno, eso no era nada Nuevo.
GOLPE.
Pero eso lo era, se dio cuenta en el horrible momento en el que el dolor empezó a florecer.
Oh, por Dios, Snape lo había cortado hasta los huesos. Lo había rebanado, lo había abierto con algo filoso… no. No, el sonido. Snape tenía un jodido látigo en su mano. Oh, dulce Cristo.
Todo instinto de protegerse con sus manos había sido impedido. Encontró sangre; realmente había sentido cómo el corte le había llegado hasta los huesos; el látigo descendería sobre sus manos y cortaría sus dedos y oh Dios, no quería perder sus dedos…
GOLPE.
Su pecho ardió; se dio cuenta de que era la falta de aire que había llegado al final de su grito. Había gritado esta vez y el dolor era tan grande que ni siquiera se había dado cuenta que estaba gritando.
GOLPE.
Había tan poca pausa entre los golpes. ¿Era eso compasión o Snape estaba tratando de inflingirle tantos golpes que no podía molestarse en perder tiempo?
GOLPE.
Cuando vino este, Harry todavía no había terminado con el grito del anterior. Ya no tenía el rostro de Voldemort para mirar, sin embargo; estaba mirando justo al frente ahora, ni siquiera dejando su barbilla sobre el escritorio por miedo a que en sus temblores estrellara y rompiera su mandíbula contra él, temía siquiera parpadear porque un instante de perder la visión significaría que había muerto de esto.
- GOLPE.
Snape estaba triturándolo. Trataba de despellejarle el trasero con un corte a la vez. Si era así, ¿por qué sus piernas todavía no estaban mojadas con sangre?
GOLPE.
Sus manos. Si pudiera esforzarse para apretarlas con fuerza, si pudiera enterrar sus uñas profundamente en el escritorio para que no le fuera posible liberar sus manos y tratar de escapar.
GOLPE.
Esta vez no fue un grito. Estaba rogando. Sonidos apresurados sin pausa, gemidos inconscientes que decían oh, dios por favor basta, basta, juro por dios que haré lo que quiera, por favor.
GOLPE.
Ya no puedo, ya no puedo, ya no resisto, por favor, ya no, por favor.
GOLPE.
Noooooo.
GOLPE.
Una risa, suave, pero podía escucharla aún sobre su letanía de plegarias. De Voldemort.
No vino nada más. Snape había parado. No, sólo estaba dando una pausa para hacerle pensar que había terminado. Tenía que ser eso.
Una mano apretó su cabello dolorosamente otra vez. “Gírese.”
Harry no podía hacerlo. No tenía el poder de moverse. Snape iba a usar esa cosa en el frente de su cuerpo. En su estómago. En su pene.
La mano tiró. Harry se movió. Sus brazos flojos no lo ayudaron en nada; de alguna manera usó los músculos de su espalda y abdomen para girar con el movimiento de la mano que estaba en su cabello…
Su trasero tocó el borde del escritorio. Un llanto salió de él como si hubiera sido el sonido lo que había sido jalado y no su cuerpo. No podía separar una línea de dolor de las demás, pero estaba asustado de no estarse resbalando por el escritorio; tenía que haber sangre. No podía haber sido tan doloroso sin haberlo cortado. No podía ser.
Vio el látigo en la mano de Snape. Joder, era grueso. Y Snape estaba… oh, Dios, Snape lo estaba bajando, regresándolo a su lugar en ese anaquel. El alivio brotó en Harry de una forma en la que no debería hacerlo; no había razón para pensar que Snape no sacaría algo peor.
Regresó con un bote. “Levanta las rodillas.”
Harry fijó sus ojos en el techo e hizo lo que se le pedía, preguntándose por qué esto cerraba su garganta así. No era como si no estuviera acostumbrado a esto. Pero Snape nunca lo follaba. Cada golpe de la vara que usualmente le administraba era como ser jodido por él, sí, en lo deliberado, en la forma en que pedía una postura perfecta, una repetición perfecta, la cuenta precisa de cada golpe. Snape te golpeaba como te hubiera follado, Harry siempre lo había pensado.
Pero esta era la primera vez que tendría de verdad el miembro del hombre dentro de él, y era este cambio en las reglas lo que lo aturdía de esa manera y lo dejaba gimiendo como si fuera virgen.
Aunque Malfoy – el director – le había dicho que eso era parte de su atractivo. Que podían hacerlo reaccionar como si fuera virgen cada vez. Harry había tratado de deshacerse de eso, lo que sea que fuera, pero no era capaz de identificar qué era lo que Malfoy había visto y no había (suponía) tenido éxito.
Escuchó que el bote se abría.
No sabría si el contenido tendría ese terrible efecto posterior hasta, bueno, posteriormente. Mejor no preocuparse por eso en el momento.
Dedos afilados lo tocaron, separaron sus nalgas. Probaron ser dedos hábiles.
Tenía que mirar.
Fue un error. Snape no estaba mirando lo que hacía; sus ojos estaban en rostro de Harry. Eran ojos terribles. Si el hombre hubiera sonreído con maldad, satisfecho de lo que estaba haciendo en esa espantosa forma que hubiera complacido a Voldemort, hubiera hecho las cosas más fáciles; pero la expresión de Snape no era nada como eso. No, sólo era la misma mirada impasible de desagrado que siempre obtenía de él, que siempre se veía igual si Snape miraba a Harry desvestirse para ser golpeado o sólo estaba disgustado con alguna respuesta inadecuada en su clase. Era de alguna manera más atroz, que Snape ni siquiera pareciera engreído o siquiera lleno de odio mientras hacia esto.
Harry hizo su mejor esfuerzo por ser obediente. Estuvo silencioso mientras los dedos se empujaron en su ano. Ciertamente había tenido suficiente experiencia como para acostumbrarse a quedarse quieto para esto, ni siquiera se quejó cuando Snape lo abrió. Aún cuando su trasero hizo contacto momentáneo con la superficie del escritorio, cuando las heridas (¿moretones? Todavía no lo sabía) lo torturaban cada vez que lo tocaban, o cada vez que las manos de Snape pasaban sobre una, todos los sonidos que hacían no eran más que jadeos.
El cabello de snape cayó sobre sus ojos mientras continuó abriendo a Harry, con cuatro dedos ahora, por lo que podía sentir. El hombre ni siquiera lucía como si hubiera soltado una gota de sudor al usar el látigo en él. No estaba sudando ahora.
Todavía sintiendo los dedos dentro de él, Harry vio, escuchó cómo la otra mano de Snape jalaba su ropa y se liberaba. Harry sabía que nunca había visto el miembro de Snape antes. Hubiera recordado eso. No podía recordar a nadie diciéndole que habían sido forzados a servirlo de esa forma.
Tenía ese sentimiento de que la estaría viendo mucho más en el futuro.
Los dedos de Snape se deslizaron fuera de su trasero y ambas manos apresaron los muslos de Harry y empujaron, arrastrándolo más cerca del borde del escritorio. Las manos de Harry fueron puestas en sus espinillas para mantener sus rodillas en la posición ordenada y las fuerzas combinadas empujaron sus talones hasta que hicieron contacto con su lastimadas nalgas sacándole un siseo. Snape no dio indicaciones de haberse dado cuenta, pero Harry escuchó la risa de Voldemort, seguido de un murmullo divertido: “Úsalo fuerte, Severus. Quiero escuchar al chico gritar otra vez.”
Con la túnica abierta y los pantalones desabrochados – Harry no podía decir si el hombre estaba usando pantalones o no- Snape tenía su mano sujetando la base de su pene, masturbándose para que creciera más hasta que se elevó a voluntad propia, el prepucio se despegó de la punta, y permaneció en posición mientras Snape colocó sus manos en los muslos interiores de Harry, empujándolo con más fuerza para que sus nalgas se abrieran para esa polla, la cabeza de la cual se colocó entre ellas con un movimiento de las caderas de Snape. Mientras la cabeza empujaba contra él, dentro de él, y el ardor se incrementó cuanto más de ella desaparecía en su interior, Harry elevó su mirada de nuevo hacia el cielo, diciéndose que si no miraba soportaría esto mejor.
Snape quitó las manos de Harry de sus pantorrillas para extender sus manos hacia cada lado, atrapándolas con sus propias manos y entonces empujó contra él, duro, lo suficientemente duro como para hundirse en su trasero todo lo que faltaba. Harry sintió ahogarse como si aquello se le fuera a la garganta. Era terrible cuando trataban de follarlo de esa forma, cara a cara, tratando de obtener la misma profundidad que podían tener cuando estaba en cuatro patas y era un ángulo más fácil para ello.
Y la cara de Snape no estaba muy lejos de la suya; podía verla, en la periferia de su visión, la vería, si sólo mirara. Peor que saber que un basilisco estaba persiguiéndote, era… ver esos ojos en un espejo no lo haría menos terrible.
El peso de Snape en sus muñecas se movió, y estaba empujándose hacia fuera. Iba a la mitad del camino y entonces empujó otra vez hacia Harry. Pero Harry sabía que no debía pelear, sabía empujarse contra la embestida para no sentir que se estaba rompiendo, sabía que debía empujar sus caderas todavía más hacia atrás para ello. Nada de eso significaba que no estaba al borde de llorar, de rogarle que parara.
Oh, eso estaba bien. Voldemort había dicho que quería escucharlo gritar.
Harry no era estúpido. Después de resistir un par de embestidas más se permitió romperse, lamentarse, darle una oportunidad al sonido del dolor que le costaba tanto reprimir, e igualmente le costaba tanto dejar libre. Lo dejó volverse un sollozo en la siguiente, girando su rostro hacia un lado, los ojos cerrándose apretados.
Pero no rogó. No. Snape hubiera esperado que soportara esto, después de todos esos meses, sin rogar. No sabía por qué era importante para él reprimir eso, pero la idea de que no quería cabrear a Snape más de lo necesario todavía estaba fuertemente plantada en su mente.
Sintió una respiración al lado de su rostro, y las hebras grasientas del cabello de Snape lo tocaron, y luego hubo dientes en su cuello expuesto, lo que lo congeló – la imagen de vampiro que asociaba con Snape siempre estaría ahí – y una mordida, la presión de una boca, chupando. Harry mantuvo sus ojos cerrados.
Snape dejó cinco marcas similares en su garganta, arriba y abajo del collar, y Harry creyó escuchar al Señor Oscuro suspirar en un modo lascivo y complacido. También fue consciente del olor que de desprendía Snape, como el humo de una vela que de alguna forma se acaba de extinguir, quemada e inapetecible. No había estado lo suficientemente cerca como para detectarlo, nunca antes.
Quería gemir por la fealdad de todo lo que estaba pasando, y así lo hizo, sabiendo que Voldemort estaba esperando para oír esos gemidos quejosos, podría ordenarle a Snape ser más severo si Harry no los soltaba. Para su angustia, las embestidas de Snape en su interior no parecían estar aumentando de velocidad. Aún si algo peor había sido planeado para él después de esto, quería que Snape se corriera y quería acabar con eso. Las mordidas en su garganta le habían llegado de una forma que no hubiera podido predecir.
Estaba temeroso cuando la retirada vino de verdad, como resultado. Snape dejó libres sus muñecas y Harry lo sintió alejarse completamente, había abierto sus ojos y estaba parpadeando estúpidamente cuando Snape dijo, “Al suelo. De rodillas.”
La polla de Snape todavía sobresalía entre su ropa abierta, todavía dura y todavía brillando por la humedad de la lubricación que había usado. (Y cualquier otra cosa. Harry trataba de no pensar en ello.) Tenía sus brazos cruzados frente a su pecho; por supuesto que sí, Dios prohibía que fuera menos que su yo usual, aún con su miembro expuesto. Incluso su expresión era la misma.
Lentamente, Harry se desdobló y se hundió en el piso, cuidadoso de su trasero, recordando no sentarse en él, sino mantenerse de rodillas.
Lo que era correcto, porque era lo que Snape quería. Una mano se adelantó, quitó los lentes de la cara de Harry. “Chupa.”
Harry tragó para luchar contra una arcada. Aunque odiaba cuando le hacían realizar la fellatio después de follarlo, trataba de consolarse con que por lo menos era su propio trasero en el que había estado la polla de Snape. No siempre era el caso.
Se inclinó hacia adelante, con la boca abierta, tomó la cabeza esponjosa, cercada por el prepucio, dentro de su boca y presionó su lengua contra la parte inferior de la punta. Una o dos veces esa técnica había hecho a Draco Malfoy correrse al punto, y raramente fallaba en obtener, por lo menos, alguna reacción de sus varios verdugos. Creyó detectar un temblor de Snape, aunque el hombre claramente no estaba todavía a punto de correrse.
Cuidadosamente – ignorando el sabor lo mejor que pudo- se metió aquél mástil más en la boca, inseguro de cuánto podía usar sus dientes. Siempre era mejor empezar sin nada de dientes y luego introducirlos gentilmente después. Aún si eso los hacía correrse demasiado rápido.
“Usa también tus manos para complacerme,” dijo Snape.
Harry sabía lo suficiente como para no preguntar por aclaraciones. Sus manos subieron, agarraron la base del mástil mientras tomaba más de esa longitud en su boca, extendió la mano y la puso debajo para empuñar las bolas en su mano, apretando la piel holgada del saquito, con cuidado de no pellizcar. Rozó el perineo con un dedo, luego dos, registrando que Snape estaba relajando su postura ligeramente, y se dirigió más hacia atrás, hacia la raja de su trasero, ni siquiera cerca de la entrada, Snape no tenía las piernas lo suficientemente abiertas para eso; estuvo todo el tiempo dedicándose a la parte baja de la verga del hombre con su lengua, esforzándose por dar mayor placer con el anillo de sus labios al moverse de arriba para abajo por la longitud.
Odiaba haberse vuelto bueno en esto. Aún si eso estaba salvado su vida.
Permitió que sus dientes dieran un pequeño raspón sobre la cabeza del hombre, presionando un dedo un poco más profundamente contra el perineo al mismo tiempo. Snape siseó de un modo que le dijo que lo había hecho bien. Se concentró en la cabeza, cuidadoso de mantener la dentadura al mínimo, y usando sus dedos rítmicamente, pronto tuvo la mano de Snape en su cabello otra vez, manteniéndolo en su sitio mientras follaba su boca, Harry fue cuidadoso en mantener la presión de su lengua firmemente serpenteando de arriba hacia abajo del falo con cada empujón.
Tuvo un minuto de satisfacción al obtener un gemido del hombre cuando Snape finalmente lo retiró y eyaculó directamente sobre sus ojos, haciéndolo jadear, cerrar sus ojos por instinto y esperar, infelizmente, que Snape terminara de correrse, con chorros de su corrida cayendo por sus mejillas como lágrimas pesadas. El agarre en su cabello era dolorosamente fuerte.
Pero fue retirado al fin y Harry se quedó de rodillas ahí, parpadeando, sin atreverse a secar su rostro. Esa cosa pegaría sus párpados si no se le permitía lavarlo pronto.
“¿Le gustaría tenerlo, mi señor?”
Bueno. No era como si no hubiera podido predecir que eso vendría.
“He estado esperándolo bastante, sí.” Escuchó los pasos de Voldemort al levantarse y acercarse. “De hecho, me gustaría que te unieras. Toma una poción revivificante y luego ponlo sobre tu escritorio otra vez.”
Harry escuchó que Snape murmuraba algo como un respetuoso consentimiento, y se quitó. Sin importarle más que lo estuvieran mirando, Harry se llevó el reverso de su mano con fuerza hacia los párpados. Dudaba que los planes que tenían para él fueran ni ligeramente alterados por ese gesto.
Y una mano agarró su antebrazo, obligándolo a ponerse en pie. Snape tenía un vial o algo en su otra mano, aunque todavía estaba tapado. “¿Boca arriba o bocabajo, mi señor?”
“Justo como lo tuviste cuando lo azotaste. Aunque creo que lo ataremos esta vez.”
No se le dieron órdenes. En lugar de eso, Snape lo arrojó contra el escritorio, con el borde clavándose en los huesos de su cadera. Harry trató de que la correa no quedara atrapada. “En las muñecas y tobillos, ¿puedo suponer?”
“Sí. Permíteme. Tengo algo específico en mente.”
Snape dio un paso hacia atrás – Harry lo escuchó abriendo el vial – y luego Voldemort estaba al borde del escritorio, cerca de la cabeza de Harry y estaba tirando de esa correa para sacarla de debajo de su cuerpo, arrastrándola por abajo del borde del escritorio. Con un gesto de su varita Harry estaba atado, las púas del collar presionando con un poco de incomodidad en la parte trasera de su cuello, listas para cavar dolorosamente si Harry levantaba su cabeza o trataba de moverse hacia atrás.
La imagen de Voldemort se puso un poco borrosa por la pérdida de sus lentes, pero Harry sabía que el hombre estaba sonriendo mientras arrastraba los brazos de Harry a la misma posición en la que habían estado antes, cuando Snape lo había apaleado, y convocaba mágicamente ataduras similares al collar alrededor de ellos, asegurando sus manos contra el escritorio con bandas de cuero con púas, que también invitaban al dolor si trataba de agacharse.
No le sorprendió que sus tobillos fueran tratados de la misma forma – aunque Voldemort separó mucho sus piernas contra el frente del escritorio, casi haciendo que sus pies no tocaran el piso por completo. La tensión de sus muslos era demasiada como para soportarla por mucho tiempo sin tener que relajarse contra las bandas, y las púas se ensartaban en él cada vez que se veía forzado a hacerlo. El pene y escroto de Harry caían expuestos entre sus piernas abiertas, a pesar de los esfuerzos de sus testículos por correr a esconderse en la seguridad de su cuerpo.
“¿Desea su boca o su trasero, mi señor?”
“Oh, su trasero, Severus. Deseo que ambos tengamos su trasero. Ya que lo has preparado tan bien para nosotros.”
Una ligera pausa. “Sí, mi señor.”
¿Por qué había hecho esa pausa? Qué… oh. Oh, no. No podían.
Iban a hacerlo.
“Creo que lo amordazaremos. Estoy muy seguro que querrá gritar y rogar esta vez, me complacería que fuera incapaz de hacerlo.”
Voldemort dio vuelta al escritorio otra vez, se agacho ligeramente y levantó la barbilla de Harry con dos dedos. Las púas del collar se encajaron en un segundo. Voldemort tenía un pañuelo de brillante seda verde y lo desplegó en un movimiento y empujó una esquina en la boca de Harry. “Levanta la lengua,” instruyó, sonando tan gentil y paciente como un padre diciéndole a su pequeño, que apenas camina, que levante las manos para que el suéter pueda ser retirado. “De otra forma, me temo que podrías tragarte la punta de esto y ahogarte, y eso sería muy inquietante, ¿no lo crees? Harry Potter.”
Temblando, Harry hizo lo que se le pedía. Voldemort metió la esquina bajo la lengua de Harry, y luego empujó el resto dentro de su boca, metiéndolo todo con gran cuidado hasta que llenó su boca en una gruesa bola de tela, las mejillas de Harry se inflaron con él, su garganta daba espasmos tras él intentando vomitar, como reflejo, en una forma que lo hacía resollar por su nariz casi frenéticamente.
“Oh, qué lindo. Déjame ver…” Voldemort quitó sus manos y trazó una forma en el aire con ellas, gesticuló con su varita y pronto sostenía un bloque sólido en sus manos, algo que había creado del aire y que ahora empujaba entre la barbilla de Harry y el escritorio. Era justo lo suficientemente alto para mantener a Harry mirando al frente, sin que pudiera bajar su rostro, y lo suficientemente largo y ancho para asegurarse de que no pudiera girar su cabeza lo suficiente lejos y así no pudiera tirarlo.
Voldemort le dio palmaditas en la cabeza, afectuosamente. “He ahí, Severus, es un toque adecuado, ¿no es así? Después podemos mirar esto en un pensadero y ver su cara todo el tiempo, si queremos.”
“Y luego podríamos mirarlo mientras lo forzamos a observarse, mi señor.”
“Oh, Severus, eres bueno. Sabía que Malfoy estaba siendo demasiado receloso.” Voldemort regresó al frente del escritorio, y Harry, privado de toda imagen excepto la que estaba frente a él y un poco a los lados, estaba poniendo atención otra vez a las indicaciones táctiles y sonoras.
Ni siquiera se atrevió a gemir. Por la manera en que eso hacía tronar su paladar, temía que pudiera acarrear otra sesión de arcadas, y no tenía idea de si los dos hombres se darían cuenta si se ahogaba y asfixiaba hasta que dejara de respirar. Y tal vez entonces sería demasiado tarde.
“¿Dónde pusiste ese bote…? Ah, aquí está. ¿Supongo que tiene uno de los usuales efectos secundarios?”
“Sí, mi señor. Actúa sólo en las membranas anales, sin embargo. Y tengo el contrahechizo por si hay algún contacto inadvertido.”
“Excelente. Bien, mejor darle otra dosis de él. Por cierto, en verdad admiro la precisión de tu trabajo con el látigo. Cada uno de estos moretones está espaciado tan… artísticamente.”
Eran moretones, entonces.
Dedos que lo separaban otra vez. El aceite que Snape estaba usando goteó copiosamente por su abertura y fue empujado hacia adentro mientras los dedos trabajaban el anillo de músculo para abrirlo, tres, cuatro dedos, y ahora las puntas aguijoneaban juntas, retorciendo, abriéndolo como sus entrañas fueran a caer en la palma bajo esos dedos. Harry gimió, y se ahogó.
“¿Temes que te vayas a romper en dos, niño?” ronroneó Voldemort. “¿Rogarías por piedad si pudieras? Escúchalo respirar, Severus. Es exquisito.”
Los dedos no lo dejaron todavía, pero Harry sintió el abultamiento entre suave y duro de un miembro presionando contra su abertura, entonces la sensación se duplicó, las cabezas de dos pollas empujando contra su ano, estrujando de lado a lado, una por una, los dedos que lo habían tentado para abrirlo es marcharon, deslizándose fuera mientras las dos cabezas empujaban para adentrarse, una ligeramente antes que la otra, pero la otra deslizándose hacia delante para alcanzarla. Un sonido salió de uno de ellos, de ambos, pero no tenía manera de saber, ahora, quién era quién, y luego un empujón y una estaba más adentro, todavía más adentro, y hubo un sonido como de dos cuerpos presionándose juntos y ajustándose y ambas estaban ahora forzando su camino más allá, y Harry aulló, o hubiera sido un aullido si su boca no hubiera estado obstruida, y la bola de seda se metió hasta su garganta, pero era tan grande para ser tragada y demasiado crecida, por la saliva, como para que temiera que se fuera a ir hacia abajo y lo ahogara; y ya no estaba bien, porque ahora ya no tenía miedo, eso hubiera sido compasivo, un final.
Sabía que Voldemort estaba en lo correcto, iban a partirlo en dos; sin saber cómo podían estar entrando en él de esa forma, más profundo, todavía más, cuando tenía que ser imposible, simplemente no había suficiente espacio para que estuvieran tan cerca. Tenía que haber magia que lo estuviera permitiendo, tenía que ser, la imagen, Dios, la imagen de Snape y Voldemort hechos uno mientras lo follaban juntos, probablemente era peor imaginarlo que verlo, aunque si cumplían su amenaza, iba a verlo vívidamente en un futuro cercano…
“Manoséalo. Quiero que disfrute esto, la pequeña perra,” jadeó el Señor Oscuro.
Una mano… dos manos tocaron su miembro, medio duro por reflejo, y lo masturbó, llevando el prepucio hacia atrás, apretándolo en la raíz. Al respirar sorbió, la saliva que no pudo tragar fue empujada hasta casi caer por el camino equivocado, y sintió cómo su propia sangre lo traicionaba también, llenándolo, causando que su erección se hinchara en las manos del hombre, la punta de su pene ya dejaba humedad en esos dedos.
“Haz que se corra.”
Una mano apretó su extensión, empezando a masturbarla entre dedos bien aceitados, la otra continuó jugando con su cabeza, arrastrando el prepucio hacia atrás y hacia delante, luego usó la punta de un dedo para abrir la hendidura, haciéndolo gritar en medio de nuevas arcadas. Se iba a correr, no había manera de pararlo – en algún punto, tampoco deseaba pararlo, por supuesto – aún mientras lo atiborraban por completo con sus pollas y lo ahogaban con esas arcadas y podía sentir sus cuerpos apretando contra su trasero, haciendo que los moretones escocieran y dolieran cada vez que eran tocados, y cinco juegos de púas se clavaban en los huesos de sus muñecas y tobillos y en la piel de su cuello y su rostro estaba manando lágrimas, haciendo que se volviera más difícil respirar por su nariz porque sorbía agua y mocos hacia su garganta sólo con respirar…
Se corrió, y aún mientras el orgasmo explotaba en su cabeza, rogaba con angustia que tuvieran la amabilidad de no dejarle desmayarse.
Sintió cada empujón que le inflingían Snape y Voldemort, hasta que los dos se corrieron también, gimiendo, siseando con placer mientras sus entrañas se llenaban con la calidez de su eyaculación; y ellos tomaron su tiempo para retirarse, oh, por supuesto que se lo tomaron.
Y Voldemort tampoco fue rápido para liberarlo de las ataduras. Harry permaneció ahí mientras el Señor Oscuro hacía una inspección más profunda de las marcas del látigo en sus nalgas, preguntándole a Snape cómo había conseguido tan buen efecto, y Snape explicándole que era cuestión de poner el peso en la punta.
Aunque fue Snape quien removió de la boca de Harry la bola empapada que era el pañuelo tan pronto como se había corrido, retirado y subido la ropa.
*****
Harry no se negó a la ayuda de Ron esa noche. Ron usó el ungüento en cada una de las marcas del látigo, a pesar de las protestas de Harry de que tenía que usarlas por tres días, Ron maldecía a Snape en voz ahogada mientras aplicaba la capa más delgada de ungüento que podía, para hacer que dejaran de doler pero sin curarse totalmente. Y Harry descubrió después que el efecto posterior del aceite lubricante era, tan predecible, una terrible picazón. El ungüento no ayudó mucho con eso.
Ni Ron ni Harry hablaron de la noche siguiente.
*****
No había visto esta habitación antes. Le recordaba a una chimenea, en verdad, una gran chimenea de piedra. O tal vez como estar en el fondo de un enorme pozo. La cubierta no dejaba pasar nada del cielo nocturno, no todavía, aunque Harry no dudaba que la junta de magos habría convocado mágicamente un cielo nublado para el entretenimiento de esa noche.
Hermione todavía estaba desnuda, por supuesto, y él también… bueno, no todavía, en su caso; Malfoy le había ordenado desvestirse otra vez, esta noche, para esto. Quería hacer de esto un pequeño ritual lascivo; Harry no lo dudaba.
Para Harry, no era nada cercano a lo lascivo. A pesar de los mortífagos de Voldemort agrupados en la periferia de la habitación circular, a pesar de Hermione encadenada y desnuda desperdigada sobre la mesa de piedra en el centro, la propia piel desnuda de Harry no se ruborizaba. Estaba helada. Aún el sudor en sus axilas era la resbalosa y fría presencia del miedo.
La supervivencia de Hermione dependía de que él no la cagara.
Aun Voldemort se había quedado para ver. Este tipo de entretenimiento era “un placer demasiado escaso como para no estar presente,” como le había murmurado a Snape, como conclusión del abuso de la noche anterior.
”Dáselo al chico, Severus.” Era Malfoy hablando. “La luna debería estar en posición en unos momentos.”
Harry se obligó a dar un paso, y otro – no tenía tácticas dilatorias en mente, sabía que sería inútil – hasta que estuvo frente a Snape, quien extendió una mano desde el doblez de su túnica y le entregó un bote.
Harry pudo haber mirado al rostro de Snape. Pudo haber visto si había algo ahí, algo de esa comunicación secreta que había creído adivinar la noche anterior. No creyó que fuera algo que se pudiera leer fácilmente como compasión, no, no con esta compañía. Pero… algo, una pista que sólo el pudiera encontrar, en esos ojos, que dijera ‘no tienes opción. Tampoco yo la tengo.’
Creyó que pudiera estar ahí, por una vez.
No miró.
Y nunca trataría de buscarla otra vez en toda su vida.
Tomó el bote y se obligó a cruzar la poca distancia que había de regreso a la mesa de piedra, y a Hermione. Ahí, paró, mirando su rostro, simplemente incapaz de moverse.
”Harry,” dijo ella en el más áspero de los susurros. “Tienes que hacerlo.”
Ya lo sé. Ya sé que tengo, pensó. No es ni siquiera que me estén obligando a hacerlo. Esta es la parte que me están permitiendo hacer.
Se dijo a sí mismo eso, y aún así no se pudo mover.
“Tienes que hacerlo,” repitió, con los ojos fijos en él, levantando su cabeza. “Me alegra que seas tú. Confío en ti. Lo harás bien. Sé que lo harás.”
Puta ostia. Estaba tratando de darle valor a él.
Y ahora su rostro se ruborizó con una vergüenza que todavía no tenía nada que ver con lo lascivo. Extendió una mano temblorosa, tocó la mejilla de Hermione y luego empujó sus labios en su frente, con vergüenza.
“No lo arruinaré.”
Lo que dijo como respuesta casi se perdió, ahogado en su garganta, pero aún así lo entendió.
Abrió el frasco, lo dejó sobre la ropa, justo a su lado, y hundió sus dedos en el aceite. Sus manos todavía estaban temblorosas. Colocó las puntas de sus dedos en las clavículas de Hermione y empezó a esparcirlo por su piel, diciéndose que no importaba si sus manos temblaban siempre y cuando no se olvidara de nada. Cada área olorosa en su cuerpo. Axilas, busto, pecho, coño, nalgas, palmas, pies. Esos eran los lugares importantes. El cuero cabelludo y el pelo también. El estudiante que había hecho esto para la chica de Ravenclaw había olvidado eso, y lo incorrecto de ese olor – demasiado humano, todavía, para una mujer lobo en celo – había llevado al hombre lobo a la histeria.
Si hacía esto bien, Lupin sólo la violaría. No la mordería. No la mataría.
Cuando estuvo hecho, tan completamente como pudo hacerlo – la luz de una antorcha iluminaba su piel, su cabello estaba tieso y pesado por el aceite – vio a Malfoy levantar la mano, del lado opuesto, gesticulando hacia Harry. Lo harían observar; le habían dicho eso. Desde atrás de la barrera protectora que erigirían después de que Lupin fuera traído, esperaría con ellos, y sería obligado a observar.
Y se le ocurrió no ir.
Negarse. Decirle a Malfoy, decirle a Voldemort, decirles a todos que trajeran al hombre lobo, levantaran su barrera y quitaran la cubierta que dejaría expuesto el cielo nocturno en la habitación, y la luna llena – y que lo dejaran ahí, ahí en el centro de la habitación con Hermione, ambos apestando a esencia de mujer lobo – pero no era suficiente.
Harry, Lupin sería salvaje.
Y en ese momento eso parecía una mejor alternativa.
Recordaría ese momento, después. Esos muy, muy pocos años después, cuando había terminado su último año en Hogwarts – un año que había llegado a llamar, simplemente, “educación”, con un rostro serio – y estaba de rodillas en la plataforma del Gran Salón, con Voldemort sobre él, decidiendo si se permitiría ser comprado por uno de sus mortífagos como esclavo permanente, o si decidiría retenerlo para su propia y selecta colección, Harry recordaría aquella noche cuando Hermione había sido violada por el hombre lobo como el primer momento, en medio de todo esto, en que había pensado que prefería morir a seguir adelante. No era un recuerdo al que trataría de aferrarse; sería, de hecho, uno que trataría de sacar de su mente. Querer morir era muy parecido a querer rendirse. Era una pérdida de la voluntad, y muy parecido, por supuesto, a estar roto.
No. No buscaría su propia muerte. No esa noche.
Y podría tener la cortesía, por lo menos, de no hacer a Lupin responsable de ella. O hacer que Hermione viera.
Se obligó a cruzar hasta llegar a Malfoy. Fue arrastrado hasta su regazo. Las manos de Malfoy ya lo pellizcaban.
Lo soportó cuando trajeron a Lupin, quien todavía tenía suficiente voluntad para maldecir y dar pelea, pero cuyos grilletes serían precisamente del tamaño inadecuado para mantener cautivas las patas de un lobo, después del cambio.
El crujido de la barrera que se alzaba precedió, por un momento, el rechinar de piedra contra piedra cuando la cubierta del techo se deslizó para quitarse, y una redonda y plateada luna lanzó sus rayos hacia la habitación.
En la memoria de Harry, más que los aullidos del lobo o los ruidos que Hermione trataba en vano de reprimir, duraría mucho más tiempo guardado el estrépito de las cadenas al caer sobre la piedra.
Fin