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No había mucha distancia, si pudieras creerlo, entre la mazmorra del salón de Snape y la torre de Gryffindor. Sólo lo parecía. Harry ya no le daba importancia.

Se le había ocurrido, antes, que Voldemort hubiera ahorrado tiempo si sólo moviera el ala Gryffindor hacia las mazmorras, en primer lugar, ya que eran ellos los que parecían pasar la mayor parte del tiempo castigados ahí esos días. Pero aparentemente los Slytherins gustaban de las mazmorras. Las encontraban acogedoras. No querían que los Gryffindors se acostumbraran mucho a los alrededores. Les agradaba la idea de Harry y sus co-víctimas atrapados en la torre como indefensas princesas, o algo.

“Potter.”

Diablos.

No era sólo la voz, no, era la forma de arrastrar las palabras lo que lo descubría. Pot-terrrr. Harry paró al instante, sabiendo que no era nada bueno.

Demasiada distancia.

Seis meses antes se hubiera girado para ver si Malfoy tenía a Crabbe y Goyle con él, preparándose para la pelea. Seis meses antes Malfoy hubiera necesitado a Crabbe y Goyle para dominarlo.

Malfoy había aprendido métodos mucho más efectivos desde entonces. Harry estaba bastante seguro de que su padre estaba terriblemente orgulloso de él.

Ahora Harry apenas se mantenía en pie, todavía sujetando el libro contra su pecho, mientras Malfoy se acercaba desde atrás, con pasos rápidos e indolentes como si tuviera todo el tiempo del mundo. Por supuesto que lo tenía, ¿no? Toda la noche, por lo menos. Era su privilegio.

“¿Cuántas esta vez, Potter?

“Veinte.” No tenía caso mentir, ni mandarlo al demonio.

“Déjame ver.”

Harry se puso furioso. “Ya las has visto antes.”

“Y las veré esta noche. Bájatelos.”

Era arriesgado discutir más. Harry bajó el libro y, por segunda vez en la noche, desabrochó su cinturón y empujó tanto los pantalones como la ropa interior hasta sus muslos.

Con una mano en la cadera de Harry, Malfoy los bajó todavía más. “Sólo veinte,” dijo, y Harry no pudo evitar que el calor le subiera al rostro al sentir, sólo por la deliberada forma en que el rubio había arrastrado esa frase, la inspección cuidadosa que Malfoy le estaba dando con sus ojos. “Haces muy bien la pelota.”


Harry no se molestó en contestar.

Malfoy lo pellizcó, duro, justo en el punto más doloroso de un cardenal. “Estás librándote muy bien estos días con Snape. Tendré que mencionarle eso a mi padre.” Otro pellizco en otro moretón. Harry sabía que Malfoy seguiría haciéndolo más fuerte hasta que hiciera algún ruido, así que dejó escapar uno menor, no mucho más que un gruñido, pero no tanto como un gemido.

Malfoy pellizcó con más fuerza de todas formas. “¿Sabes que la comadreja está con el Profesor Nott esta noche?”

Harry no sabía y no intentó ocultarlo. “Mientes.”

“¿Por qué me molestaría? ¿Crees que tengo que inventar esto?” Harry no respondió y Malfoy siguió – pellizcándolo otra vez al mismo tiempo. “Cuando te fuiste con Snape fue el turno de Nott para aplicar Disciplina de Casa. Escogió a la comadreja. Creo que fue porque estaba decepcionado de no tenerte, Potter.”

Harry sospechaba que Malfoy estaba en lo correcto.

“Así que puedo quedarme aquí después de que acabe contigo y esperar a que venga por aquí, si lo deseo. Se está volviendo talentoso con la boca, ¿sabes?”

No, Harry quería gritar, no lo sabía. Es mi mejor amigo y no es como si cayera sobre él para descubrirlo directamente. Y no es como si fuera probable que hubiéramos estado haciendo nada de esa experimentación adolescente que los demás estaban haciendo, antes de todo esto… estábamos muy lejos de experimentar y no es ni malditamente probable que queramos tener sexo después de esto. O que podamos imaginarlo de otra forma, no sería genial.

“O,” estaba diciendo Malfoy, “puedes ser dulce conmigo y eso podría ser suficiente por una noche.”

Oh, Malfoy padre estaría sencillamente encantado con los métodos de su hijo.

“Sólo hazlo, Malfoy.”

“Oh, no así, no. Quiero que suenes como si lo quisieras. Ruégame, Potter.”

Harry cerró los ojos. Era más fácil así; si Malfoy se ponía frente a él lo vería poner sus ojos en blanco. Esto tenía que volverse cansado. “Por favor, Mal… Draco, quiero que me putees hasta que no pueda caminar. Nadie lo hace como tú; no merezco ser tu puta.”

“Eso es lindo, Harry. Un poco más de sinceridad, sin embargo, si pudieras. Todavía puedo escuchar el ‘jódete’ mientras lo dices.”

En ocasiones como esta, era más fácil hacer su voz falta de aliento. Daba el efecto que Malfoy quería. “Sabes que quiero clavármela bien adentro. Es todo para lo que soy bueno. La razón de que actúe como si te odiara es porque sé que mi lugar está debajo de ti, gritando tu nombre, y sólo quiero volverte lo suficientemente loco para que me uses como la sucia basura que soy.”

Malfoy siseó, su mano giró para tomar la barbilla de Harry. “Mi putita.” Acercó el rostro de Harry hacia el suyo, inclinándose sobre el hombro de Harry. “Eres toda una perra caliente.” Su versión de un beso era morder los labios de Harry, lo suficientemente fuerte para hacerlos hincharse. Mientras lo hacía, “Te quiero duro y sufriendo por mí antes de tomarte. Que te derrames por el piso y luego lo limpies con la lengua. Te mereces eso, ¿o no?”

Harry sabía que Malfoy estaba llegando al estado de frenesí de su excitación, donde sus amenazas no eran necesariamente algo que haría cumplir; sólo quería que Harry reaccionara a ellas para estimular su excitación. “Sí.”

“Debería hacerte pajear justo aquí cada noche y hacerte limpiarlo así, ¿no?”

“Cada noche y cada día.”

“Te encantaría.”

“Lo limpiaría con la lengua y luego me arrastraría hacia ti y besaría tus pies y luego te rogaría para que me dejaras pajearte para tener más que hacer.”

Malfoy siseó otra vez y su mano se cerró en las bolas de Harry dolorosamente. Los ojos de Harry se humedecieron. “Ssssí, enfrente de la escuela entera. Desnudo y usando un maldito tapón en las nalgas porque no te mereces que ponga mi polla en ti hasta que te la ganas, pobre excusa de esclavo…”

“Y en el último momento te correrías en mi cara, y me harías usarlo todo el día… la corrida y el tapón en las nalgas, los dos.” Había una pequeña posibilidad de que Harry se deshiciera de Malfoy sólo con las palabras sucias y que pudiera realmente evitar la follada esa noche.

Pero Malfoy no iba a dejar que eso pasara, aparentemente. “De rodillas,” respiró, empujando a Harry aún mientras desabrochaba sus propios pantalones. “Adelante. Abre las malditas piernas, maldito.” Fueron pateadas para separarlas. Harry escuchó el ligero sonido amortiguado de Malfoy escupiendo en su palma, y luego Malfoy estaba usando su mano, llena de saliva, para mojar la abertura de su trasero. Siempre era insuficiente, y sabía que eso era por lo que Malfoy lo hacía así. Casi todos los maestros cargaban viales de aceite para este propósito, sospechaba que Malfoy también, pero nunca usaría algo así con él, no.

Lo que era perfecto. Muchos de esos aceites habían sido hechizados con terribles efectos para el que los recibía. No era probable que se le olvidara eso.

Un dedo fue insertado con igualmente inadecuada preparación, y sacado, y luego las caderas de Malfoy estaban contra su trasero y había empujado dentro del trasero de Harry, jadeando. Había extendido una mano bajo Harry y tenía la polla en su mano otra vez. Harry se sostenía con los dedos abiertos contra el piso, mientras la verga de Malfoy lo abría, la saliva lo hacía posible, pero no fácil, aún después de todo este tiempo. Estaba tan familiarizado con la longitud entera de la polla de Malfoy que podría decir cuando estuviera completamente envainada dentro de él, aún antes de que el peso de las bolas de Malfoy apretara contra el agujero.

“Eres una puta vulgar. Dilo.”

“Soy una puta vulgar,” dijo Harry, satisfecho de haberle podido dar suficiente convicción para Malfoy. La repetición siempre era más fácil.

“Eres mí puta vulgar. Vamos, Potter, no me hagas hacer todo el trabajo, déjame escucharte.”

Diablos. Harry lo dijo, “Soy tu puta vulgar. Soy tu perra y me gusta estar debajo tuyo y no hay nada que me guste más que tener tu polla metida en mí, más fuerte, Draco, te lo ruego, más fuerte. Me pones tan caliente…”

Harry trató de mantenerse enfocado. Si lo hacía lo suficientemente bien Malfoy se correría más rápido. “…Yo quiero que tú… ah… me llenes y luego… quiero chupártela, con tu mano retorciendo mi cabello, empujándome hacia tu polla…” chistoso que la llamara polla en voz alta, pero siempre era la verga de Malfoy en su mente – “para que no me pueda ir, apretando mi cara contra tu entrepierna y pegándome contra tu gorda y larga…”

“No me gusta la palabra gorda, Potter,” gruñó Malfoy.

“esa enorme polla que tienes,” corrigió, enfadado por haber arruinado su trabajo, “y todo lo que puedo hacer es chuparla más fuerte, lamerla más rápido para tener esperanza de respirar cuando estés satisfecho y me estás pegando con ella, mis ojos se humedecen, sientes un chorro de agua en tu muslo y sabes que estoy llorando, pero aun así no paras…”

Malfoy jadeó como un niño pequeño al que le acaban de quitar un vendaje de su piel y se cargó frenéticamente contra la espalda de Harry al correrse, llenando el interior de Harry con esa húmeda calidez. Sí, siempre eran las descripciones de Harry llorando lo que parecía funcionar. Desplomado contra Harry, Malfoy parecía no tener prisa para levantarse. Su polla se ablandaba, resbalándose fuera del trasero de Harry, Malfoy plantó un beso demasiado deliberado como para ser flojo entre los omóplatos del otro chico. Harry hizo lo que pudo para reprimir el estremecimiento.

Finalmente, Malfoy se levantó de él y Harry lo tomó como una señal de que Malfoy estaba satisfecho, se escabulló hacia delante y se subió los pantalones de un tirón. No debía olvidar el libro.

“No te apresures, Potter,” Malfoy no hizo nada por levantarse o por ponerse su propia ropa.

“Vaya, ¿tienes algo más planeado?” dijo Harry, sin parar lo que estaba haciendo. Malfoy le diría si realmente quería algo más.

“No es lo que yo tenía en mente.” Harry escuchó el énfasis en la palabra yo. “Mi padre quiere verte. Voy a llevarte con él. Ahora.”

Harry miró la sonrisa llena de odio de Malfoy. Así que… Malfoy no tendría oportunidad de esperar ahí hasta que Ron pasara, después de todo.

No es que realmente importara. Hubiera pensado en algo más.

Y ahora Harry tenía que ver al Director.

Esta pintaba para ser una noche totalmente jodida, incluso para él.

*****

*****

Todavía era molesto para Harry poder mirar al hombre en la silla del Director y ser arrullado por ese primer segundo por el cabello, tan pálido y largo como el de Dumbledore. Al segundo después de eso, por supuesto, con la visión correcta, regresaba su repulsión con todas sus fuerzas.

“Señor Potter.” Sonrió Lucius Malfoy. Harry había llegado a conocer esa sonrisa, y las docenas de diferentes versiones de ella. Ninguna de ellas le deparaba nada bueno, por supuesto.

Pero la sonrisa de esta noche estaba ligeramente tensa. Algo realmente podría estar pasando, entonces.

“Señor.” Harry no hizo otra concesión de deferencia hacia el hombre. Por qué preocuparse por ello, cuando pronto estaría de rodillas por alguna transgresión inventada, no importaba lo que hiciera.

“Entiendo que estuviste sirviendo detención con el Profesor Snape.”

“Sí, señor.”

“Debo inspeccionar su trabajo, entonces. Asegurarme de que recibes lo que te mereces. Ven aquí.”

La presencia de Draco tras Harry, inclinado casualmente contra la pared, parecía quemar en su espalda cuando Harry se movió hacia la silla del Director.

Lucius Malfoy rara vez estaba sin esa sonrisa, pero nunca estaba sin ese bastón. Ni una sola vez de todas las que Harry lo había visto. Sólo que ahora estaba tendido sobre su regazo, y él estaba golpeando un dedo manicurado sobre la cabeza de serpiente de plata en él.

Maldito fetichista pervertido metrosexual.

Harry esperó instrucciones, aunque sabía perfectamente lo que le esperaba.

“Pantalones abajo,” dijo el Malfoy mayor. “Pensándolo mejor, deberías quitarte también todo. Eso ahorraría tiempo, estoy seguro de que se volverá necesario antes de que esta entrevista termine.” Esa sonrisa esta vez, la que mostraba sólo un poco de su dentadura.

Tratando de no mostrar emociones, y en particular tratando de fingir total olvido de que Draco estuviera ahí, Harry se quitó la ropa y se quedó desnudo, sabiendo la diferencia entre hacer esto aquí y en el salón de Snape. Aquí tiró su ropa en una pila desordenada, sin cuidado de enrollar su corbata y sin poner atención a la posición en que caían sus zapatos. Cualquier momento que pasara arreglando lo que fuera y tendría al Malfoy mayor acusándolo de tácticas retardatorias.

Mantuvo sus manos a sus costados cuando termino y permaneció alerta, muy bien disciplinado ahora como para dejar que sus dedos se curvaran en puños desafiantes, aunque todavía incapaz de reprimir el sonrojo que calentaba su rostro.

- Sobre mi regazo – dijo Lucius Malfoy, moviendo el bastón para que descansara a un lado de su silla.

Harry hizo lo que se le pidió, tan familiarizado con esto como lo había estado con montar en escoba alguna vez, y no es que hubiera estado sobre una escoba hacía siglos; acercándose por la derecha a la silla, para que el director pudiera tenerlo a su diestra, con la cabeza agachada, a menos que se le ordenara otra cosa, Harry usó el brazo izquierdo de la silla para estabilizarse hasta que estuvo posicionado con las nalgas hacia arriba en el lugar exacto donde Lucius Malfoy lo quería, las puntas de los dedos de su mano izquierda bajaron para unirse a los de la derecha en la labor de estabilizarse contra el piso. Las sensaciones eran totalmente familiares, también: los pantalones de lana del director picando contra su entrepierna y estómago, el indescriptible olor del hombre – no colonia o sudor, sino algo casi indetectable, como una flor que se ha marchitado en una habitación muy caliente – la vista perfecta que tenía del punto donde había estado una vez la percha de Fawkes.

Un dedo pasó sobre uno de los cardenales en su trasero. “Y esto es todo lo que estás recibiendo del Profesor Snape. Vaya, vaya.” Otro cardenal tocado. “Me temo que Severus está volviéndose un poco blando. Bien, tendré que hablar con el hombre.”

Joder. Joder, joder, joder. Todas esas reglas, todo su trabajo para volverse capaz de cumplir las detenciones con Snape. Todo quedaría obsoleto pronto. Probablemente se volverían cien golpes obligatorios, una vez que el Malfoy mayor diera a conocer su inconformidad a Snape. Harry presionó sus dedos contra el piso con más fuerza cuando el director movió un muslo, deliberadamente frotándolo contra la polla de Harry. No sería capaz de aguantar esto sin poderse duro, lo sabía, y maldijo el repentino bulto que se levantaba en su ingle. El director no estaría satisfecho hasta que la erección de Harry se ajustara contra sus muslos, golpeando contra la tela de sus pantalones a cada golpe que le diera – con cualquier instrumento que hubiera escogido para esa noche – hasta que hiciera un desastre pegajoso de la prístina ropa del hombre y tuviera que ser castigado por eso también.

Lucius Malfoy levantó el bastón con cabeza de serpiente. “Tabula multifura.” Harry trató de mantener la mueca de dolor fuera de su rostro, escuchando el crujido del bastón moviéndose. No necesitaba ver; tenía todos esos diferentes hechizos bien memorizados. Cristo. Eso significaba que iba a ser el de los agujeros. Dolía como un hijo de puta, de verdad, especialmente después de lo que ya había recibido esa noche.

Harry sintió la mano izquierda del Malfoy mayor atrás de su cuello. Se sostuvo con fuerza, pero eso no lo salvó de gritar cuando el primer golpe aterrizó. Joder. Malfoy no le estaba dando ni una concesión.

El segundo aterrizó igual de fuerte. Harry quería ahogar su grito contra su brazo esta vez, pero se recordó no hacerlo. Su trasero ya estaba quemándose; la necesidad de jalar sus manos lejos del piso y tratar de frotarse hasta que el fuego se fuera era casi insoportable. Pero nada garantizaría la prolongación del castigo más rápido que tratar de interferir con él.

Otro. Crack. Los ojos de Harry estaban ya húmedos otra vez.

Lo único que salvaba aquello era que Lucius Malfoy no te obligaba a contarlas.

“Draco.” Habló el director en medio del eco del golpe anterior. “Ven aquí y sostén sus tobillos.”

Aún si la vara hubiera tenido filo, Harry no se hubiera atrevido a moverse. Lucius Malfoy lo sabía. La cara de Harry estaba más roja que su trasero.

Sintió las manos de Draco en sus pantorrillas desnudas – que no se habían librado de los moretones dejados por la vara de Snape, tampoco – rodeándolas y apretándolas juntas. Hubiera podido empujar su barbilla y mirar bajo la silla para verlo pasar, pero no quería correr el riesgo de que Draco pudiera estar mirándolo también, mirándolo lascivamente. Y luego vino el inconfundible peso de Draco montando a horcajadas sobre sus tobillos, inmovilizándolos entre sus muslos, contra su entrepierna, mientras se ubicaban en posición, empujándose un poco más contra él, cosa que, Harry no lo dudaba, podría hacer felizmente toda la noche.

Lucius le pegó con el bastón otra vez. No se lo estaba imaginando; el que tenía agujeros siempre dolía más. Y con el siguiente golpe Harry notó que el agarre de Draco en sus tobillos estaba limitando su movimiento cada vez; no podía moverse con él tan fácilmente, y no sólo dolía todavía más de esa forma, sino que también estaba conduciéndose hacia el regazo de Lucius con más fuerza, su polla se presionaba contra las piernas del hombre, no sólo resbalándose por ellas, sino que ahora también se clavaba en ellas. Joder.

Sus dedos estaban temblando por la tensión de mantenerlos aplastados contra el piso. No, no los iba a quitar, había visto que se ponía peor cuando alguien trataba de pelear, cuán patéticos se veían, tratando de escaparse, retorciéndose, y cubriendo su trasero con sus manos.

Eso significó permitirse gritar todavía más fuerte, sin importarle si Draco escuchaba; ya le gustaría ver a Malfoy tratar de soportar algo así en silencio, el pequeño imbécil. No, al diablo con eso, le gustaría ver a Malfoy soportarlo, punto.

Era mucho mejor gritar cuando se trataba de alguien como Malfoy – Lucius Malfoy -, abusando su trasero de esa forma. Uno o dos maestros te castigarían por llorar, pero la mayoría parecía querer escucharlo, mientras te trabajaban más fuerte, más fuerte, hasta que lo obtenían. Con el director, como con muchos, era mejor no aguantártelo con mucha valentía. Dejar las lágrimas venir; los golpes podrían acabar pronto.

Por supuesto, a veces las lágrimas eran la señal para el maestro de parar esa forma de castigo y ponerse en otra. Las caras mojadas y las mamadas parecían ser una pareja natural para la mayoría de ellos, no muy diferente a la muestra anterior con el Malfoy menor.

Y no es que el Malfoy mayor fuera muy diferente.

Golpe. “¡Ay!”

Golpe. “¡Joder!” Ahora sus brazos estaban temblando.

“Ese lenguaje, señor Potter.” Golpe.

No había malentendidos: Draco estaba cargándose sobre sus tobillos atrapados, la combinación de montar a horcajadas sobre las piernas de Harry mientras veía su trasero rojo brillante probablemente lo estaba mandando al éxtasis. Harry podía sentir la dureza de Draco a través de sus pantalones.

Y su erección no era la única. Cada golpe del bastón forzaba a Harry firmemente contra el regazo de Lucius Malfoy, su polla golpeando con la larga dureza que podía sentir bajo él. Y sí, había humedad también, regada sobre la tela a pesar de todo lo que pudiera hacer. ¿Qué clase de castigo se llevaría por eso esta noche?

“Más fuerte.” Era la voz falta de aire de Draco. Lucius le pegó de Nuevo. Harry no podría decir si había sido más fuerte o no; ya era tan malditamente doloroso que estaba llorando.

Otra vez. Golpe. “¡AY!” Había algo que salvaba las apariencias si mantenía los gritos en sílabas articuladas, pero Harry no sabía cuánto tiempo podría soportar.

Lucius siguió golpeándolo, Draco siguió restregándose, y Harry paró todo intento de censurar su llanto, ya no le importaba lo que saliera de su boca siempre y cuando pudiera abstenerse de levantar las manos para defenderse. Y ahora, a pesar del dolor en su ardiente trasero, el dolor en su polla empezaba a ser insoportable. El ritmo de los golpes lo hubiera logrado, la forma en que apretaba su polla contra el regazo del Malfoy mayor, si no hubiera sido tan malditamente insoportable.

El director no se correría todavía, lo sabía. Lo estaba guardando.

Los golpes no eran más fuertes pero, Dios, venían más rápido, y eso era simplemente malo. Harry giró su rostro y mordió su propio brazo, no para tratar de apagar el llanto esta vez – seguía gimiendo, aún con la carne atrapada entre sus dientes – sino queriendo alguna otra fuente de dolor para darle aunque fuera un momento de distracción en su pelea por no tirarse contra sus verdugos. Su polla se estaba moviendo más rápido contra ese algodón de los pantalones del director, picaba, se iba a correr después de todo, ¿no? Dios, sí, su trasero tendría que estar furiosamente rojo para ese momento, en qué maldito número iba el bastardo, cien, ciento cincuenta, ya no tenía idea, joder, se iba a romper en cualquier momento, se iba a retorcer y tratar de sacarle los ojos a Lucius Malfoy y luego iba a atarlo y arrastrarlo hasta esa rueda en el Gran Salón donde una vez había pasado dos días expuesto a cada maestro y estudiante en la escuela, pellizcado, golpeado, fustigado, follado, le habían hecho gritar, le habían hecho rogar…

Las piernas de Draco se cerraron con más fuerza con un apretón que sintió a pesar de la agonía con los golpes en su trasero, y sintió a Draco temblar contra él, lo escuchó jadear, sintió cómo se iba moviendo más lento. Draco estaba jadeando tan fuerte que Harry podía casi sentir las húmedas respiraciones contra sus piernas.

La mano de Lucius Malfoy se movió desde atrás de su cuello hasta enredarse en su cabello y levantarlo de un tirón, bruscamente. “Levántate. Muévete, Draco.”

Draco se movió y Harry logró de alguna forma ponerse de pie. Estaba jadeando, tratando de aguantarse, después de todo, tratando de reprimir cualquier cosa que pudiera ser un sollozo, evitar frotar sus manos contra su trasero como deseaba. No lo haría.

Draco todavía estaba en el piso, con las manos en el piso tras él, su usual sonrisa de satisfacción alterada ligeramente por el sonrojo en su rostro y los jadeos con la boca abierta. Harry evitó mirarlo, temiendo caer en la tentación de patear al gilipollas en la cara. No sería un movimiento inteligente frente a su padre.

“Finite Mutatem.” Fue murmurado suavemente, y el instrumento en la mano de Lucius se movió, volviéndose el bastón con cabeza de serpiente otra vez. Harry trató de disfrazar su temblor, dando un paso hacia un lado, sabiendo que este hechizo no significaba que el castigo hubiera terminado.

El director le dio una sonrisita floja. “Sobre el escritorio. De extremo a extremo, y agárrate del borde.”

No. Harry quería gritar.

Pero en lugar de eso, caminó los pocos pasos hacia el escritorio y, respirando profundamente, se extendió sobre él, la madera clavándose contra sus caderas cuando extendió sus manos y se sostuvo del extremo opuesto. De extremo a extremo, como se le había instruido, a lo largo, no a lo ancho.

Lucius Malfoy caminó atrás de él. Harry se estaba preparando para sentir – lo que sea que fuera a ser esta vez, el bastón en sus muslos, las manos del hombre preparando su entrada – cuando Lucius dijo, “Draco, puedes irte.”

Un sonido decepcionado de Draco. Pero, a pesar de eso, Harry pudo escucharlo ponerse de pie murmurando. “Sí, Padre. ¿Debería volver por él más tarde?” Tratando de obtener más sin persuasión. Harry imaginaba que Lucius Malfoy no se tomaba bien la persuasión de su hijo.

“Eso no será necesario.”

“Adiós, Potter,” arrastró Draco, al pasar a su lado, hacia la puerta. “Espero verte tratando de sentarte en clase mañana. O siquiera caminar hacia ella.” Una risita disimulada al cerrarse la puerta tras él.

El torso de Harry ya estaba sudoroso, haciendo que su posición sobre el escritorio fuera todavía más incómoda. Si hubiera sido un poco más alto lo habría llevado mejor: lo largo del escritorio era lo que iba desde la punta de sus dedos hasta sus caderas nada más, y los músculos de las pantorrillas de Harry hacían un esfuerzo tremendo para estirarse y que sus pies se plantaran sobre el piso.

Animus.”

Oh, no.

No quería ver los resultados de este, tampoco. Una vez más sintió el toque de esa cabeza de serpiente de metal contra su trasero – a pesar del hechizo, el bastón no se había convertido en una serpiente viva – y la sintió meterse, bajo su propio poder, escuchando el ligero siseo y sintiendo la lengua de metal de la cosa rozar contra sus nalgas, moviéndose más despacio, moviéndose hacia adentro. Harry se preparó, mientras ésta no dudaba en entrar en él, la cabeza de esa cosa convenientemente moldeada para abrirlo con sólo un empujón y un giro. Estaba fría, el metal inanimado conformándose en la forma que necesitaba, como mercurio.

No parecía haberse hecho más fácil esa noche, aún con la anterior follada de Draco. Harry se preguntó si había alguna oportunidad de que, si el Malfoy mayor se corría dentro de él, se formara alguna clase de reacción en cadena del tipo ‘dos-negativas-hacen-una-positiva’ cuando su semen se encontrara con el de su hijo y tal vez podría morir de la explosión resultante. Era un pensamiento placentero, aún si la explosión se llevaba a Harry con ella.

La cabeza de metal de la serpiente empujó más profundamente dentro de él. Harry podría jurar que podía sentir la cabeza de la cosa moviéndose rápidamente por las paredes internas. Ligeros temblores lo estaban sacudiendo, a pesar de sus esfuerzos por no darle a Malfoy la satisfacción, y apretó su rostro contra la madera del escritorio, como para resistir la urgencia de girarla hacia un lado – no podía soportar la idea del hombre mirándolo durante esto-. Sus lentes se deslizaron ligeramente hacia abajo por el sudoroso puente de su nariz.

Y entonces la serpiente de metal hizo esa cosa, cuando golpeaba algún punto que nunca fallaba en hacerlo jadear – Harry todavía no entendía cómo era siempre ahí que le llegaba, justo a esa profundidad, haciéndolo entender, y eso era la parte horrible de todo eso, que tal vez bajo otras circunstancias podría haber gente que lo hubiera hecho placentero para él, si lo hubiera elegido. Ese conocimiento era casi demasiado para soportarse.

La sensación se estaba yendo. Ahora Harry podía sentir otra, algo familiar, que era parte del ritual de preparación-con-el-bastón-animado de Lucius Malfoy: el intruso estaba hinchándose en su interior, expandiendo su circunferencia en él como si alguien lo estuviera inflando, particularmente en el esfínter de su entrada, horriblemente, haciéndolo apretar los dientes ante la necesidad de tener esa cosa afuera, arrancarla de sus adentros en cualquier forma posible, era algo a lo que nunca podría acostumbrarse... pero, como se había dado cuenta muchas veces, agacharse involuntariamente hacia abajo significaba que la serpiente sólo pareciera tener una mejor impresión de aquello contra lo que estaba trabajando, y estaba empalada tan profundamente en el que no podría sacarla, de cualquier forma. Y no es que no lo hubiera intentado, cada vez.

Escuchó a Malfoy soltar una risita a sus espaldas. Podía sentir, sin duda, todos los apretones involuntarios que Harry daba alrededor de la cosa mientras él sostenía el extremo. ¿Era su imaginación o la serpiente acababa de dar un giro especialmente entusiasta en su interior justo en ese momento?

El corto pensamiento de que sus esfuerzos estaban funcionando repentinamente, le dijo que Malfoy había pensado que ya estaba lo suficientemente bien preparado, ya que estaba permitiendo que la serpiente retrocediera. El golpe de casi-placer que Harry sintió cuando la cabeza de la serpiente resbaló por aquél punto exacto fue completamente eclipsado por el auténtico éxtasis de tenerla totalmente fuera de él, aunque sabía que ese alivio duraría muy poco. Había días en que Harry deseaba con todo su corazón que Malfoy fuera un pervertido más del tipo de sexo oral.

Todavía estaba temblando de alegría por tenerla fuera cuando escuchó al director murmurar otro hechizo que él conocía muy bien, a éste le seguía la aparición de duros brazaletes de contención alrededor de sus muñecas que parecían haberle crecido al escritorio. Harry pasó un momento, probando su fuerza involuntariamente (imposible escapar de ellos; ¿qué esperaba?) antes de recordar que Malfoy casi nunca usaba grilletes, ciertamente no para follárselo, no para darle una paliza – ese era un fetiche de algunos de los otros, pero no del director -.

Antes de que pudiera pensar en pensar sobre eso, sin embargo, las manos de Malfoy estaban sobre sus pantorrillas, justo arriba de sus tobillos, separándolos, y Harry escuchó el hechizo de contención otra vez. Ahora habían crecido fuertes círculos alrededor de sus tobillos también, sosteniéndolos en esa posición extendida. Una vez más, esto no era algo a lo que Harry no estuviera acostumbrado, pero esto no estaba en la línea de castigos de Lucius Malfoy. Él prefería darle a su víctima la oportunidad de desobedecer para que así se ganara más castigos.

Harry trató de ignorar la voz de su imaginación. Que ya estaba hablando muy fuerte para este momento.

El sonido de un cinturón sacado por la hebilla. Eso, por lo menos era lo suficientemente familiar. No confortante, para nada, pero esperado.

“Ahora, Harry,” (no “señor Potter” esta vez, notó Harry) “esto puede ser tan tedioso de soportar para ti como siempre lo es… si respondes unas cuantas preguntas para mí.”

¿Preguntas? ¿Qué quería Malfoy? Harry no podía pensar en una sola cosa que él supiera y que Malfoy no supiera también.

Los dedos de Malfoy descansaban delicadamente sobre la parte más estrecha de su espalda. “¿Dónde está la señorita Granger?”

Harry se asustó por lo inocua que era la pregunta. Sonaba como una incongruencia, antes de que la pregunta real comenzara. “Yo… está en la torre de Gryffindor, en la habitación de las chicas, quiero decir. Supongo. No tenía detención esta noche, que yo recuerde.”

Hubo una pausa y luego una ligera y silenciosa risita de Malfoy. Entonces: “Oh, querido, ese es el lado que vas a tomar, ¿no? Sonaste sincero, querido Harry. Casi podría creerte.”

Demasiadas implicaciones en esa frase como para que Harry pudiera procesarlas todas en un solo intento. Las palabras llegaron a toda velocidad para él. “Qué… ¿no está? No lo sé, no estoy mintiendo, ¡no miento! No recuerdo si tenía detención, pero tal vez yo… o tal vez ella no me dijo o R… ¡no lo estoy inventando!” Hermione estaba desaparecida. Eso es lo que había querido decir; no, momento, de eso se trataba todo esto, la razón de que no fuera otra sesión de tormento para él, la razón de que Lucius hubiera hecho que Draco se fuera, porque no querían que todos se enteraran todavía. Hermione; Hermione, ¿dónde estaría? ¿Qué habría hecho y por qué no le había dicho sobre…? No les había dicho ni a él ni a Ron para que ellos no pudieran… no hicieran…

Un suspiro. “No, la señorita Granger no está, como quieres hacernos pensar que crees, en detención. Ni con el Profesor Snape, ni con ninguno de los Lestranges, ni con mi esposa, ni con el resto del profesorado. Bellatrix Lestrange tenía el deber de revisar las camas en el dormitorio de niñas de Gryffindor, y descubrió su ausencia.” Los dedos de Malfoy se habían movido hacia abajo, para separar las nalgas de Harry. “Me temo que esto será un reparto peor de lo que estás acostumbrado. ¿A menos que reconsideraras?”

“¡No lo sé! Maldita sea, ¡no lo sé!” No trató de ocultar el pánico en su voz. La última cosa que deseaba es que Malfoy pensara que estaba siendo necio.

Malfoy tronó la boca. “Bien, entonces. Ah, sí, tal vez en verdad te gusta rudo. Le estamos cogiendo el gusto, ¿no, chico?” Y Malfoy colocó la cabeza de su pene contra la recientemente abierta entrada y empujó dentro de él.

Completa y totalmente en seco. Sin siquiera embarrarlo de saliva, como le había permitido el Malfoy menor.

Y no – eso, no era algo a lo que Harry estuviera acostumbrado.

Los malvados aceites encantados no eran para alegrarse, ciertamente, particularmente el tipo que causaba al que lo recibía una insana picazón por un buen número de horas después, pero por lo menos hacían la follada real soportable – posible, hubiera dicho Harry.

De cualquier forma, eso era antes de esto.

Malfoy parecía estar marcando las delgadas paredes musculares al hacerse camino, a empujones, por el trasero de Harry, como si pudiera salir de Harry de un agarrón y llevarse las entrañas del chico con él. “¡Joder!” gritó Harry. “Yo no sé, ¡no sé!” Era como si la corrida que Draco había disparado antes en él jamás hubiera estado; no había nada para suavizar la invasión del pene de Lucius, nada.

Y entonces empezó a embestir.

Cuando, minutos después, el mundo de Harry se había reducido a un terrible dolor y a un interminable balbuceo de nolosénolosénolosé, se enfrentó a la fresca incomodidad de una mano apretando su cabello, jalando su cabeza para que una voz pudiera murmurar. “Estoy disfrutándolo mucho, chico. Todavía tienes una opción: puedes decirme lo que quiero saber y montaré este dulce, pequeño y apretado trasero tuyo hasta que me venga, y esto se acabará… o, puedo lanzarme un Sustento y podemos seguir con esto por horas. No me importará en absoluto.”

Era una de las noches en que Harry se rompió – no era tan común, realmente -. Rogó, por voluntad propia.

Por favor, M-Director, por favor, juro que no lo sé, lo juro, ella no me dijo nada, por favor…”

La mano soltó su cabello. Harry escuchó el suave sonido de madera sobre madera cuando Lucius levantó su varita del escritorio.

Su suave queja “No…” casi, pero no mucho, ahogó el murmullo que fue el hechizo.

Por la siguiente hora, Harry soportó no sólo la verga de Malfoy empujando afuera y adentro de su trasero sin lubricar, sino que también sus mofas y preguntas. Las burlas eran muchas y variadas: cuánto debía gustarle esto, para que se quedara callado tanto tiempo, cuán dulces esas quejas y plegarias sonaban en los oídos de Lucius, cuán deliciosamente follable era, particularmente atado así, y Lucius tendría que hacer una anotación para practicar esto más seguido.

La interrogación, en cambio, era la misma pregunta una y otra vez: dónde está Hermione Granger.

A lo que Harry no podía hacer más que responder idénticamente: No lo sé.

Y apreciar cuán correcta había sido la decisión de Hermione de no decirle lo que planeaba. Si su desaparición había sido, de hecho, planeada.

Eventualmente, hasta Malfoy perdió la paciencia al prolongar su placer, y terminó el hechizo y se vació dentro de Harry, el sonido de satisfacción retardada por mucho casi fue una risa ladrada. Su retirada fue, como resultado, mucho más fácil de lo que su entrada había sido. Los lentes de Harry estaban tan empañados que cuando levantó la cabeza y trató de echar un vistazo se preguntó por un momento si finalmente lo habían follado hasta dejarlo ciego.

Las contenciones no fueron retiradas, sin embargo. Lucius murmuró algo sobre esa posición “demasiado buena para desaprovecharla,” y pasó un tiempo adicional abusando de las piernas y nalgas de Harry con su bastón, esta vez en su forma original, agregando más a los moretones dejados por Snape, dejando un patrón de golpes desde sus talones hasta su coxis, poniendo especial intención en aquellos que aterrizaban en el pliegue justo entre sus nalgas y muslos. No hubo preguntas en esta parte, sin embargo, así que Harry sabía que esto sólo era por el puro gusto de Lucius.

Harry fue consciente de que lo habían dejado solo, y del sonido de algo estrellándose contra vidrio, cuando las contenciones al fin desaparecieron. Teniendo como opciones colapsar donde estaba, sobre el escritorio, o deslizarse en un montón sobre el piso junto a él, Harry eligió la segunda, suponiendo que ahí no representaba un blanco fácil.

Su cuerpo era una cosa que temblaba al ritmo de cada latido, el dolor crecía cuando su corazón se hinchaba y se volvía casi tolerable cuando se deshinchaba, mientras estaba tirado ahí, su respiración parando cada cuarto latido, cuando el dolor se volvía más fuerte. El dulce aroma de brandy – no, momento, si era Malfoy eso era coñac – estaba en la habitación, y los delicados sorbos que Lucius Malfoy tomaba de él eran los únicos sonidos aparte de la respiración de Harry.

“Puede irse, señor Potter.”

No te quedabas. No tardabas en desaparecer cuando te decían que te podías ir. No importaba cuánto dolor tuvieras, te levantabas y te ibas a la mierda mientras pudieras.

Harry giró para ponerse de rodillas y empujarse hacia arriba. La pila que era su ropa no estaba muy lejos. Harry alcanzó sus pantalones primero, sin siquiera preocuparse sobre la ropa interior.

“No recuerdo haberte dicho que podías vestirte, niño.”

Harry levantó la vista hacia él.

“Creo que no se te permitirá vestirte por un día entero. Sí, eso funcionará bien. ¿Por qué ocultar esas marcas de castigo? Deberían ser exhibidas para que todos las vean,” sonrió.

Harry sintió el calor sobre su rostro. Aunque forzar a un estudiante a estar desnudo en público no era un evento novedoso, uno tenía que estar realmente en desgracia para merecer la pena de ser forzado a permanecer completamente en cueros por un día entero.

Por supuesto, la vida de Harry se había vuelto un curso interminable de desgracias, ¿no?

“Recoge tu ropa y vete. Asistirás a tu horario de clases de mañana, vestido como estás.

Con lentes, entonces. Qué generoso. Harry no se esperó para discutir. Levantó la ropa y la puso entre sus manos, en un montón desordenado, tratando de no dejar que sus zapatos cayeran, y se fue a la mierda.

No fue sino hasta que ya estaba casi de regreso en la torre de Gryffindor que se dio cuenta: había extraviado el libro de Pociones en algún sitio.


Sí. Una noche totalmente jodida.

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