loredi: (Default)
Lore ([personal profile] loredi) wrote2008-01-15 07:41 pm
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Simplemente inmoral 3

No podía curar las marcas que le había dejado el director, porque no podía curar las marcas que Snape le había dejado, no por tres días. Porque curarlas hubiera requerido específicamente una varita, y no las pociones y ungüentos que les estaban permitidos.

Aunque probablemente pudiera utilizar algo de sus reservas secretas de ungüentos para curar su abusado agujero. Lucius no podría haberle hecho algún daño real o el hombre se hubiera hecho cargo de eso él mismo – eso era parte de las reglas no escritas -. Ellos no dejaban nada que tuviera el riesgo de infectarse, o de provocar desangramientos serios, o heridas que pudieran lisiar. Esas eran curadas en el momento.

Las heridas menores, esas que no te obligaban a ostentar, podrían ser sometidas a curaciones con los ungüentos y linimentos que eran suministrados. El problema era que te daban muy poco y tenías que usarlo en pocas cantidades. Aunque había veces en que prepararlos tú mismo era posible y ninguno de los maestros había hecho ningún intento por confiscar los resultantes así que, presumiblemente, no les importaba.

El otro problema era que los profesores tenían cierta ansiedad para dañar la piel que no estaba marcada. Así que a veces era mejor que te dejaras las heridas sin curar, si podías tolerarlas. Era mejor que tener que soportar lo mismo al siguiente día, sólo porque algún profesor pensaba que tus nalgas no amoratadas eran una afrenta.

Harry tiró su carga de ropa sobre el piso, frente al baño de los chicos, el sonido del agua corriente le dijo que había por lo menos un ocupante dentro. No debería sorprenderle, aún a estas horas de la noche.

Un año antes tampoco lo hubiera sorprendido. Alguien regresando de la práctica de Quidditch, demasiado apurado como para usar los baños de los vestuarios cerca de la cancha. Ya no más. Harry se preguntaba si los rumores que había escuchado eran verdad, que la cancha de Quidditch en desuso iba a ser convertida en una arena de otro tipo, vagamente como las arenas para gladiadores, pero con un deporte más vil en mente.

Entró en la habitación, cruzó el terraplén que dividía las regaderas, vio que había de hecho un ocupante, y que era Ron. La cabeza estaba girada hacia el chorro, ni siquiera miró alrededor al escuchar entrar a alguien, Ron no parecía herido, excepto por las marcas de succiones en su cuello y pecho – sus pezones también tenían una ligera apariencia hinchada – y Harry vio el oscuro matiz en la espuma jabonosa que se reunía a sus pies, que no tenía nada que ver con el color del jabón. Los cosméticos de aceite todavía estaban visibles en su rostro, brillantes cardenales azules en sus párpados, maquillaje roja en sus mejillas, yéndose lentamente a golpe de agua, había colorete labial de color caramelo todavía vívido en su boca. Con sólo jabón y agua tomaba tiempo sacarse de encima todas esas cosas, con un hechizo limpiador el problema se hubiera ido en un minuto, si cualquiera de ellos hubiera tenido una varita.

Ron se quitó el agua de encima, parpadeando, para mirar al recién llegado; viendo que era Harry no dijo nada, giró su rostro otra vez hacia el chorro de la regadera. Harry eligió una un poco alejada de donde estaba Ron y la abrió, sin molestarse en retroceder cuando el chorro de agua helada de cayó encima, como hubiera hecho bajo circunstancias normales. El agua fría tocó sus moretones al borde del dolor; podría tolerarlo mejor si no lo hacía demasiado caliente esta noche.

“Joder.”

Ron había hablado. Harry miró por arriba de su hombro. Ron lo estaba mirando fijamente. “¿Qué mierda hiciste? ¿Pasártela tirando el libro deliberadamente?”

“No fue él.” Harry ajustó la temperatura del chorro. “Malfoy quería verme.” No quería mencionar a Draco por ahora, sabía que Ron deduciría por el contexto que se había referido a Lucius. “¿Has visto a Hermione?”

Ron pareció saltar alerta ante la pregunta, escuchando la forma en que había sido preguntada. “¿Se ve peor que tú?”

“No, está desaparecida. Malfoy me tuvo en su oficina para interrogarme sin piedad sobre ella.”

“¿No está en los dormitorios de las chicas?”

“No estaba cuando revisaron las camas, según Malfoy, y sonaba lo suficientemente serio, así que no creo que sólo se haya escondido bajo la cama y todavía esté ahí riéndose .”

“Pudiera ser. Ya que eso es lo que no esperan que haga, y es Hermione después de todo. Bueno. Sin risas.”

“Sin risas.” El agua todavía estaba demasiado tibia; Harry quería presentar su trasero hacia el chorro de agua pero no sabía si podría tolerar el escozor todavía.

Ron estaba alcanzándose la toallita para el rostro, pero era claro que sus pensamientos todavía estaban perdidos en las noticias de Harry. “Estaba totalmente conmocionada con esa última clase con la puta Lestrange.”

“¿Te dijo algo?”

Ron sacudió su cabeza. “No. Pero tuvo un rato difícil ayer, tratando de sentarse; se le levantó la túnica por un momento, y pude ver las marcas sobre sus calcetines, detrás de sus rodillas, debajo de la falda.”

“Eso no pudo haber sido todo lo que había.”

“Ya lo sé; no soy estúpido.” Ron restregó su rostro en la toalla para quietar los restos de maquillaje. Harry sabía que Ron no sólo se había referido a la distribución de las marcas. Cuando Ron levantó su rostro de nuevo (la boca todavía rosa por el pinta labios; esas cosas realmente eran una putada para quitárselas), dijo, “Realmente se enciende con Hermione. Las chicas, sí, las chicas sangres sucia, sí, pero Hermione siempre se lleva lo peor de todo. Parkinson habla, sabes. A veces está ahí; Lestrange la deja tocar a las chicas en las detenciones a veces.”

Harry sacó de su mente la imagen de Hermione de rodillas ya fuera enfrente de Bellatrix Lestrange o de Pansy Parkinson. Se veía peor, de alguna manera, que la misma demanda de un profesor hombre – parecía haber muchísimas más formas de hacerlo mal y ser castigado por ello -. Por lo menos eso era lo que sus detenciones con Narcisa Malfoy le habían enseñado.

Sabía que era común para los chicos pensar que dos chicas juntas de esa forma era algo sexy, pero pensamientos como ese eran de otro mundo lejano y nunca habían incluido a Bellatrix Lestrange.

“Así que piensas que tal vez ya no pudo soportarlo más. Sólo… se escapó.”

“Nah.” Ron cerró el grifo. “No Hermione. Si hiciera esto, lo debió haber planeado.”

Probablemente Ron estaba en lo correcto. Harry se movió para que el chorro de agua tibia se dirigiera hacia la mitad de su espalda; el agua cayó de ahí en un vapor agradable sobre su dañada piel. Separó sus nalgas con sus manos para dejar que el agua chorreara entremedias, sin importarle si Ron estaba poniendo atención.

Mejor. No demasiado malo, de cualquier modo. Tal vez no necesitara usar mucho ungüento.

Escuchó a Ron maldecir en voz baja. El otro chico estaba frente al espejo ahora, limpiando su boca con el reverso de su mano, en un inútil intento de quitarse lo último de la pintura para labios. “¿Es que esta porquería nunca se quita?”

“Con crema fría, querido,” dijo el espejo. “Deja de usar el jabón en tu rostro con tanta fuerza; arruinarás esa bonita tez tuya.”

“Jodida mierda.” No había emoción tras ello. “Hasta el jodido espejo está volviéndose todo pervertido conmigo. Yo no pedí ser la fantasía de Nott de un trasvesti con falda, ¿o sí?” La rabia empezaba a crecer, como fuera. “O tener que usar esa puta falda, blusa y moño todo el puto día de MAÑANA, ¿o sí?”

“¿Tú también?”

Ron miró hacia Harry. “¿Quién te va a hacer usar una falda?”

“No, no eso.” Harry se sintió repentinamente avergonzado; no había estado tratando de pedir ventaja sobre Ron. “Sólo que no me voy a vestir mañana.”

Los labios todavía rosas de Ron se torcieron. “Jodido. ¿Snape o Malfoy?”

“Malfoy, por supuesto. ¿Tú qué crees?”

Ron no contestó. Se enredó en una toalla en silencio, Harry permaneció bajo el chorro de agua hasta que el cansancio empezó a ser mayor que cualquier otro dolor.

“Tú… ¿necesitas ayuda?” preguntó Ron cuando Harry se secaba cuidadosamente.

“Nah-ah ¿Y tú? Tengo algo de ungüento curativo escondido si necesitas algo.”

“Consérvalo.”

La respuesta no le dijo nada a Harry; Ron tal vez habría querido decir que Nott lo había dejado ir sin más que un servicio bucal esa noche – y Harry no estaba por preguntar detalles- o tal vez significaba que Ron sabía que Harry estaría necesitando más de esa cosa en poco tiempo. Y eso ciertamente no era una mentira.


*****
*****

La falda de Ron era lavanda, lo cuál habría sido suficientemente malo, pero tenía ondas blancas alrededor también. Y no eran sólo la blusa y el moño (también blancos), sino también los calcetines hasta los tobillos sumados a las bragas blancas de encaje. Los otros chicos hubieran tenido la decencia de girarse de espaldas mientras Ron se ponía esa horrorosa ropa, pero el mismo Profesor Nott había llegado para inspección matutina por lo menos un cuarto de hora más temprano que lo usual, dejándolos arrastrándose para tender las camas lo más rápida y pulcramente posible para evitar castigos, y los obligó a parar y mirar mientras Ron, con la cara tan roja como su cabello, fue forzado a cambiar de piel desnuda a braguitas blancas de encaje y luego a ropa de niña y por último el moño en el cabello, en una especie de cruel striptease en reversa, acompañado de las burlas apreciativas de Nott.

Harry encontró irónico que su cama fuera la única a la que Nott no encontrara fallas, porque Harry no había tenido que perder nada de tiempo en vestirse esa mañana. Lo que no significaba que Nott no pudiera fingir, de todas formas, para poder castigarlo como a los otros, pero Nott parecía estar de muy buen humor con su tormento hacia Ron. Fueron forzados a ver cómo Nott levantaba la barbilla de Ron con un empalagoso arrastre de palabras al decir: “Danos un beso, bonita,” y procedió a babearlo todo, con una mano bajo la falda lavanda, acariciándolo por encima del encaje hasta que Ron soltó un quejido de humillación. Eso le ganó que Nott le soltara el elástico contra su trasero, pero lo dejó ir después de eso.

Hubo silbidos en el Gran Salón, para Ron y para él: ninguno de los Gryffindors, pero tampoco eran exclusivos de los Slytherins. Bueno, no, eso no era estrictamente justo. Los silbidos reales se originaban de los Slytherins; había, sin embargo, pequeños conatos de risa, manos apretadas sobre bocas para ahogar algunas, de estudiantes de Ravenclaw y Hufflepuff. Aunque muchos lucían tan profundamente asqueados por ello como lucían uniformemente asqueados los compañeros de casa de Harry y Ron.

La mentalidad de Slytherin-contra-los-demás estaba desapareciendo – podía sentirlo, todos los días -. Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff deberían haber estado unidos, dado que los mortífagos sólo favorecían a los chicos de Slytherin, y aún los chicos de Slytherin que no tenían padres mortífagos habían aprendido a aliarse con los otros, por su propio bien. Pero las nuevas reglas de la escuela habían sido tendenciosas a ese respecto, asegurándose de que el nuevo sistema de puntos interpusiera una barrera para ese tipo de alianza. Ya no había copa de las casas; en lugar de ello, la casa líder al final de cada mes – siempre Slytherin – obtenía el privilegio de un día de servidumbre de los miembros de la casa con el menor número de puntos. Una servidumbre sin ningún tipo de limitación. Aquellas casas que quedaban en medio escapaban de esa humillación en particular, y había un sano deseo de evitar el extremo más bajo. Así que todavía había competencia. Todavía había división.

De ahí la diversión aliviada de algunos de los miembros de las otras dos casas. Un día ya no sería más el tipo de alivio de ‘no soy yo’, y Harry lo sabía. Ese tipo de cosas se salían de control como las trampas del Diablo.

Draco Malfoy no silbó. No, las intensas miradas decían Tendré más de eso y eran más para meterse con ellos que para abuchearlos abiertamente. Aunque Malfoy sí pasó lo suficientemente cerca de Ron en el Gran Salón para decir, “Hay una apuesta sobre Weasley: ¿algodón o satén? Estoy seguro de que lo descubriremos para el final del día, si no tienes el valor de decírnoslo.”

“Jódete Malfoy.”

“Tomaré eso como un ‘no’, entonces. Bien. Podemos esperar hasta que algún profesor ceda a la urgencia de desnudar esas nalguitas tuyas y azotarlas. Bye, Weasley.”

Pero en pociones, ni siquiera los Slytherins se atrevían. Aunque Harry sabía que Malfoy jamás había recibido una detención de Snape realmente – muy pocos de los Slytherins alguna vez habían pasado por ello -, ellos sabían que todavía había un código que debían soportar durante su clase y mantenían respeto por su autoridad. Otros, como Nott y Rookwood, podían hacer la vista gorda con las travesuras de los Slytherins, pero Snape no toleraría eso, y era entendido. Narcisa Malfoy era así también, lo que tenía sentido, dado que era la Profesora de Comportamiento.

Otra ironía del día fue que Harry no tuvo que pasar por la embarazosa situación de bajarse la ropa para probarle a Snape que todavía llevaba las marcas de la detención de la noche previa – todo lo que tuvo que hacer fue levantarse -. Pero, por supuesto, estaba el problema del libro que no pudo presentar… lo que le ganó otra detención para esa noche.

Simplemente genial. Y no es que no se la hubiera visto venir.

Y no necesitó a los Slytherins haciendo mofa de él en Comportamiento, Narcisa Malfoy fue bastante capaz de hacer eso por ella misma. Mientras reconocía que Harry hubiera estado en mucho peores problemas por no ir a clase, le dio quince golpes de su omnipresente fusta por haberse presentado en ese “vergonzoso estado de deshabillé” y lo obligó a pasar la clase entera de rodillas frente a su escritorio en una imposiblemente perfecta postura, con algunos golpes de fusta bajo su mentón y en la base de su columna cada vez que ella pasaba cerca y notaba que algo se había movido un poco. Obtuvo detención por eso, por supuesto – por la que podría esperar en una noche posterior esa semana, ya que Snape había asegurado su presencia en detención esa noche.

Narcisa no ignoró a Ron, precisamente, pero comparativamente, él pudo haber no estado ahí. Solamente arrugó su nariz hacia él y lo llamó “una desgracia,” y siguió con la clase.

Defensa Contra las Artes Oscuras (él y otros la habían rebautizado en privado como Detención Con las Artes Oscuras, dado que era una clase lo suficientemente humillante, aún si no te llevabas castigos extras) no fue peor de lo usual. Otra hora de tener a tres profesores lanzando maldiciones Imperios con triple fuerza a los estudiantes, lo que ninguno de ellos podía esperar soportar, ni siquiera él; los forzaron a arrastrarse, desvestirse, rogar por abusos, lamer las botas de sus profesores (o peor), y luego les llamaron imbéciles, tarados, por no haber hecho ninguna mejora en su habilidad para resistir tal maldición. Todos se ganaron su sesión de golpes y cosas parecidas para el final de la clase. Ron, tal como Malfoy predijo, obtuvo lo suyo ese día, siguiendo las órdenes de Rookwood – inspirado por el atuendo de Ron – de danzar como una bailarina para ellos. Los torpes intentos de Ron por obedecer – Harry no estaba seguro de si hubiera sido más fácil mirar si Ron de verdad hubiera tenido habilidades para el baile – fueron seguidos por una sesión de azotes con el trasero desnudo, lo que, a pesar de que los estudiantes de Slytherin no estaban ahí para verlo, por supuesto seguramente obtendrían la respuesta sobre el material de las bragas de Ron de alguno de los maestros, más tarde – si no la habían obtenido ya de Nott -.

Como Harry lo entendía, la clase de Slytherin de esa asignatura no era tan diferente en principio de la suya – todavía se les enseñaba cómo repeler hechizos y esas cosas, sólo que con algo parecido a una oportunidad más justa. Y los maestros frecuentemente hacían al que estaba bajo el Imperio obedecer a uno de sus compañeros, tratando, como Harry lo entendía, de crear una atmósfera de competencia todavía más grande – matar y comerse al más débil, como Hermione decía -.

Hermione. ¿Qué demonios le había pasado?

Su ausencia se sintió con más fuerza en Encantamientos. Encantamientos – la única clase en la que se les permitía realmente usar varitas -. No para todos ellos, no, sólo algunas, distribuidas al principio de la clase para compartirlas en grupos durante la clase del día, y meticulosamente recogidas y examinadas al final para asegurarse de que ninguno había tratado de sustituir alguna con una falsa y lograr salirse con una genuina. Harry no podía ni imaginar cuán malo sería el castigo si alguien intentaba eso. Aún siquiera pensar en hacerlo bajo la mirada llena de odio de Bellatrix Lestrange.

Aún a pesar de que ahora la clase de Encantamientos se limitaba a los más básicos e inofensivos hechizos de limpieza, magia curativa, y cosas por el estilo – todos habían estado recelosos de que se les permitiera tocar varitas bajo las nuevas ordenes de la escuela -. Hermione, por supuesto, había sido la que había dado con una respuesta que parecía sonar verdadera a oídos de los demás, aunque le había tomado un par de semanas.

“¿Cómo nos sentimos teniendo esa varita en nuestras manos?” había dicho ella. “Nos sentimos aliviados, ¿no? Como si todo fuera a estar bien mientras nos sigan dando esto, mientras nos sigan dando una hora al día para sentirnos como magos otra vez.” Había hecho una pausa, no para dramatizar, sino porque era genuinamente horrible para ella como para decirlo en voz alta. “Están asegurándose de reprimir cualquier oportunidad que tengamos para lograr magia sin varita. Toda esa magia-bebé que se manifestó en un principio para mostrarnos que éramos magos. Ya no lo hacemos más ¿o sí? Desde que venimos a Hogwarts y tuvimos nuestras varitas – quiero decir, ya no lo hacíamos, antes de… todo esto. No podemos, porque la varita es donde nos enfocamos ahora. Es nuestro sostén… y ahora es nuestra maldición.”

Harry sospechaba que era la ausencia de Hermione lo que estaba haciendo a la Profesora Lestrange hosca ese día; usualmente se la veía regocijarse al corregirles y asignarles castigos. Parvati Patil fue llamada para recibir el abuso que usualmente le tocaba a Hermione. Bellatrix le lanzó una maldición para que su túnica cayera sobre su rostro y, con Parvati incapaz de ver lo que iba a pasar, lanzó maldiciones Insectivora al azar para que se arrastraran por ella y mordieran su piel expuesta. No ayudaba que el miedo de Parvati por las cosas que se arrastraban era incluso peor que el de Ron; podían escuchar sus chillidos y sollozos amortiguados a través de la túnica todo el tiempo. Bellatrix le dio detención por “ser una bebita llorona, y esta noche me aseguraré de que tengas muchas razones para llorar”.

Bellatrix le había echado una mirada a Harry cuando había entrado y sus ojos de espesas pestañas se habían abierto grandes de satisfacción. “Oh, mírate,” se había reído. “El niño héroe hasta está desnudo, como si fuera a posar para una clase de dibujo. Seguro acabas de venir del baño, porque luces avergonzado.” Su varita había dibujado un círculo en el aire y había dicho, “Monile ferinum.” De pronto hubo una opresión alrededor del cuello de Harry; levantó una mano involuntariamente para tocarlo y encontró un collar de metal y cuero con una correa incluida. El cuero del collar llevaba púas, aunque no en la forma en la que él estaba acostumbrado a verlos, en ropas oscuras, adolescentes con cresta a los que tía Petunia se refería siempre como “esos espantosos punks.” Este tenía las púas hacia adentro, dirigidas hacia su garganta. Había aprendido el propósito de ellas cuando la Profesora Lestrange había jalado la correa y luego le había dado un tirón; los lados y la espalda de su cuello fueron aguijoneados por la presión de las púas que no eran particularmente afiladas pero podrían, lo sabía, romperle la piel si ella jalaba con la suficiente fuerza. Y Bellatrix Lestrange era exactamente el tipo de persona que jalaría con suficiente fuerza.

Él se había ido hacia delante con ese tirón, dando un paso cuando las púas y la correa se lo mandaban, y luego, ella tiró de la correa hacia abajo y él cayó en sus rodillas, obedeciendo la orden implícita también. La escuchó reír cuando golpeó el piso, y en ese momento la correa colgó flojamente del collar, cuando ella lo dejó ir. “Ahí,” dijo ella, “eso te ensucia muy bien. Arrástrate hasta tu asiento, señor Potter, y no te des mucha prisa; es un placer verte en cuatro patas.”

En general, pudo haber sido mucho peor. No, la peor parte del día fue cuando entró al Gran Salón por la tarde.

Y vio que habían encontrado a Hermione.

No estaba en la rueda, sin embargo; la tenían en una jaula. La jaula todavía era muy mala; era demasiado pequeña y angosta como para que hubiera algún lugar hacia donde pudieras retroceder. Las manos podían alcanzarte, no importaba dónde estuvieras. Y aún así, como no estabas atado, seguías intentando alejarte.

Hermione no era la excepción, aún sabiendo esto.

Harry paró en seco cuando la vio. No había demasiados estudiantes de Slytherin arremolinados en torno a la jaula como para que no pudiera ver a su ocupante, como para que no pudiera verla tratando de arrastrarse lejos de las manos que se colaban por las rejas; para no poder ver que su cabello se estaba pegando a su rostro, por lágrimas o por sudor. O por alguna otra humedad; no quería pensar mucho sobre ello.

No estaba usando nada de ropa, por supuesto. Lucius y Narcisa Malfoy estaban de pie muy cerca, con Bellatrix Lestrange realmente pegada a una de las paredes de la jaula sonriendo lascivamente. “Oh, mi pequeña sangresucia favorita está de vuelta,” dijo con una dulzura tremendamente malvada. “Te extrañé mucho hoy. Tengo que pensar en algo muy especial para remediarlo.”

Harry quería correr hacia la jaula, agarrar a Bellatrix Lestrange por la túnica y por el cabello y hacerle sangrar la cara a mano limpia. Al diablo con las varitas.

El collar y correa que había conjurado todavía estaban en su cuello. Fue el sentimiento de esa correa, cayendo por su torso desnudo, lo que lo detuvo; sin embargo, no era por que le temiera, sino por lo indefenso que estaba, ese día en particular, sin siquiera la barrera de la ropa para fingir la más mínima dignidad. La idea de cualquier tipo de confrontación – diablos, la idea de siquiera caminar hacia ahí, con todos los ojos sobre él – hizo que su garganta se cerrara.

“Jodidos hijos de puta,” respiró Ron a su lado, y Harry se dio cuenta de que Ron todavía estaba a su lado, que tampoco había corrido hacia allá. Seguro que estaba pensando lo mismo que Harry.

Colocando sus hombros como si fuera a marchar contra el viento, Harry empezó a caminar entre las dos filas de mesas a cada lado de la jaula. No miró si ron lo estaba siguiendo. No podía culparlo si no lo hacía.

Diablos, ni siquiera estaba seguro de estar haciendo lo correcto.

Fue al lado de la jaula opuesto al de Bellatrix Lestrange. No trató de quitar a nadie del camino, sólo esperó a que un estudiante de Slytherin – un chico más joven cuyo nombre no recordaba, aunque sí recordaba, perversamente, que no estaba circundado – se aburriera y se quitara.

Harry caminó hacia la jaula. “Hermione.”

Ella no lo había visto hasta ese momento. Draco Malfoy – por supuesto que estaba ahí – se rió, “Hola, Granger, tu salvador está aquí. Y ha traído el trasero más lindo para que todos lo veamos.”

Harry encontró sorpresivamente fácil ignorarlo. Hermione estaba gimiendo ligeramente, como un animal atrapado, y una vez que lo vio se escondió de nuevo bajo la oscuridad de su cabello. Miserable de que él la hubiera visto así. Diablos. Debió haberse quedado donde estaba.

Pero luego, cuando ella miró otra vez, con los ojos más grandes de lo que habían estado, si eso era posible. Le dio una mirada muy rápida a su cuerpo y cuando levantó la vista de nuevo, estaba mordiéndose el labio. Él torció la boca y puso los ojos en blanco, tratando de decir No hay problema de esa forma.

Lo que fue bueno, porque pareció que había sido para todo lo que habían tenido tiempo. Zabini había empuñado el cabello de Hermione y había jalado su cabeza hacia él, para ver si dejaría caer su cabeza hacia ese lado de la jaula o si iba a resistir; tal vez había jalado con suficiente fuerza como para arrancarle el mechón. Harry vio el rostro de Hermione congestionarse de dolor porque Zabini la mantuvo sujeta contra las barras de esa forma. Malfoy extendió una mano en el interior para golpear las pantorrillas de Hermione, insidiosamente gentil en sus movimientos. Cuando su mano se movió hacia la rodilla, dirigiéndose al interior de sus muslos ella lo pateó y fue recompensada por ello con un tirón de cabello por parte de Zabini.

Ni siquiera fue necesario que Harry tratara de contener su ira, pelear por mantener sus puños a sus lados; esos instintos casi lo habían abandonado. No, tenía que ser más inteligente que eso.

“Qué chistoso. Siempre pensé que era la diversión de la caza lo que los encendía a ustedes dos,” dijo Harry. “Desde aquí, parece que están ansiosos por quitarse la ropa, meterse ahí y darnos a todos un espectáculo.”

“Sé precisamente lo que estás haciendo Potter, no creas que no lo sé,” dijo Malfoy, sin quitar los ojos de Hermione.

Sí, pero ya estaba respondiendo de todos modos. “Achácaselo a los celos. Pensé que era suficiente para ustedes, la mayoría del tiempo.”

Malfoy se giró y lo miró. Excelente. “Creo que estoy escuchando una promesa. ¿No, Potter?”

“Si quieres que lo sea. Supongo que también puede ser un reto, ahora que lo pienso.”

Ahora tanto Zabini como Malfoy lo estaban mirando – y los Malfoy adultos también miraban el intercambio -. Harry sabía que Draco no saltaría sobre él directamente, no con los profesores ahí; tendría que encontrar un momento más clandestino – o uno aprobado - para acosar a Harry en la forma que quería.

“Déjalo, Blaise.” Draco no lo miró cuando lo dijo; Harry fue, en cambio, el testigo del gesto decepcionado de Zabini. Pero obedeció, y Hermione se desplomó contra las rejas de la jaula cuando su cabello fue liberado.

Zabini dio la vuelta a la jaula para unirse a Draco, quien ya se había movido para ponerse junto a Harry. “Quiero que recuerdes esto,” le dijo a Harry, suavemente. “Recuerda lo que dijiste, y que realmente me hizo dejarla. Piensa en cómo voy a querer cobrarme por ello.” Y lo empujó para seguir su camino, con Zabini siguiéndolo, y regresó a la mesa de Slytherin.

Hermione se había alejado del único verdugo que quedaba, Bellatrix Lestrange, quien ahora sólo le murmuraba obscenidades, con las manos fuera de la jaula. “…decorar esa suave y joven piel tuya con cada alfiler que tengo, y tal vez dejar los de tus pezones esta vez ¿hmm? Te ves tan dulce, aullando de la forma que lo haces cuando te ensarto esos, sabiendo que no los curaré a menos que seas muy, muy buena con tu lengua después…”

Harry alejó los ruidos en su mente y metió una mano para tocar la de Hermione, cuidadoso de no tocar ninguna otra parte de ella, temiendo que se asustara. “Soy una mierda de salvador,” arrulló. “Lo siento.”

Hermione sacudió su cabeza, y él se alegró de la respuesta, sabiendo que significaba perdón. Pudo escuchar a la Profesora Lestrange riéndose y supo qué clase de paisaje daban los dos, pero estaba determinado a no escuchar.

Dejó ir la mano de Hermione con sílabas entre dientes que esperaba que hubiera entendido, “Espera un minuto, regresaré pronto,” y se giró y fue hacia la mesa más cercana; era la mesa de Slytherin, y eso no lo perturbó en lo más mínimo. Tomó la copa más cercana que pudo encontrar, cerca de una jarra de agua, agradecido de ver que ya estaba llena, y caminó los pocos pasos de regreso. Podían darle jodida detención por esta, o quitarle puntos, o hacer lo que quisieran, no le importaba.

Pero aún así evitó los ojos de los adultos cuando metió la copa de agua con Hermione, quien la agarró antes de que alguno de los estudiantes que estaban regresando, uno por uno, para reírse y meterle mano se la pudiera quitar o tirarla de sus manos. Se bebió tan rápido el agua que Harry se reprendió por no haberle traído la jarra entera.

“Miren eso,” repicó la risa de Bellatrix. “Qué dulce. Esmeralda y Cuasimodo al revés. Todo lo que nos hace falta es la cabra para bailar.”

“Y todos los héroes mueren al final de ese cuento,” dijo Narcisa Malfoy. “Qué apropiado.”

Actuando como si no hubiera escuchado, Hermione empujó la copa de regreso en su mano. “Vete,” susurró. “Antes…”

Antes de que se ponga peor. Harry sabía lo que quería decir. No importaba. El daño ya estaba hecho. El daño estaba hecho incluso antes de que él subiera ahí; Harry era su orden del día, después de todo, ¿no?

Buscó a Ron. ¿Lo había seguido? Oh, diablos. Cuando Draco y Zabini habían parado y desistido con Hermione habían ido con él en su lugar. No podían hacerle nada en ese momento, pero ahí estaban, adelante y atrás de Ron, ambos sonriendo, echando miradas hacia la jaula, Draco dijo algo pero Harry estaba demasiado lejos para escuchar. Aunque podía adivinar. Incluía las palabras “perra sangresucia,” probablemente, estaban planeadas para ver si podían hacer que Ron cayera y los empujara. Harry pensó que no era probable que Ron cayera, pero sabía cuán tentadora era la fantasía de Draco Malfoy con la nariz rota.

“Director…” dijo la Profesora Lestrange, llamando la atención de Harry otra vez, “necesitamos determinar qué castigo va a recibir la pequeña escapista por los problemas que causó. Estoy muy feliz de ofrecerme como voluntaria, sabe.”

“Claro que lo estás, Bella.” Las manos de Lucius Malfoy se cerraron sobre la cabeza de su bastón, sonriendo de forma que la sonrisa no llegó a sus ojos. “Pero ya lo he decidido. No requirió muchas cavilaciones. Mañana es luna llena, ¿no es así?”

Harry apenas escuchó la lenta inhalación de la Profesora Lestrange. Su interior se había hecho agua. No. No, no podía significar eso. Esa chica de Ravenclaw casi había muerto por eso tres meses atrás.

“Oh, Lucius, no hemos hecho eso en meses. Es perfecto.”

“Necesitamos dar ejemplo, ¿no es así? Y Potter…” Harry sintió que el agua en su interior se congelaba… “Ya que estás tan interesado en su bienestar, puedes ayudar.”

*****
Necesitaba hacer algo. A la mierda con eso. Necesitaba encontrar alguien que pudiera hacer algo.

Nunca había ido tan rápido a ninguna detención con Snape antes.

Snape.

Quien tenía reglas para sus detenciones. Reglas y límites, algo que ninguno de los otros parecía tener.

Quien algunas veces sabía que Harry estaba tratando de manipularlo para alejarlo de algún otro estudiante… y lo dejaba.

Quien podía, y sólo podía, estar ahí porque no tenía otra opción. No había razón para que quisiera estar en ningún lado sino en el ganador. No, como los otros, porque le gustaba.

Que estuviera en lo correcto. Que esto funcionara.

Harry se hizo parar en la puerta y tocar, como era obligado. Aunque cuando escuchó la respuesta “Entre,” empujó la puerta y entró con tanta prisa que Snape seguramente hubiera pensado que era indecoroso.

Snape no lo estaba esperando detrás de su escritorio. Más tarde, Harry pensó que eso debió decirle algo en el momento, pero tenía demasiada prisa, estaba demasiado desesperado como para poner atención. Demasiado enredado en sus pensamientos que esto funcione para preguntarse por qué Snape estaba sentado en la silla opuesta a la puerta esta noche.

No esperó a que se le ordenara aproximarse, no tenía necesidad de esperar a que se le ordenara desvestirse – a menos que Snape estuviera plateando quitar mágicamente el collar y la correa. Cruzó la habitación hacia el Maestro de Pociones.

Se tiró de rodillas frente a él.

No se atrevió a tocarlo, no todavía. “Profesor Snape. Por favor. Haré lo que quiera. De verdad, lo que quiera. Esta noche o cuando quiera, siempre que quiera.” Se incorporó ligeramente sobre sus rodillas, empezando a extender una mano, ya fuera para aferrarse a la túnica del hombre o para moverse hacia los botones del pantalón, debajo de la túnica, en muda promesa, todavía no lo sabía. “No conozco otra forma de pararlo. Necesito su…”

Vio el golpe venir, se preparó para él pero no trató de evitarlo cuando el brazo de Snape se levantó de su pecho y luego su mano descendió.

Fue lo suficientemente fuerte como para tirarlo al piso y que los lentes se ladearan en su rostro. Pero Harry todavía lo registró: fue con el reverso de la mano. Sólo con el reverso.

La risita no vino de Snape.

De eso estaba muy seguro. A pesar de que el sonido había sido a sus espaldas, tal vez podía estar desorientado por el golpe, equivocando la dirección. No, lo que lo hizo estar seguro fue que Snape jamás hacía ese sonido.

La risita se volvió una voz melodiosa, las palabras siguientes fueron enunciadas con precisión, ocultando el tono joven de la voz. “Ah, Severus, tal vez Malfoy estaba equivocado al creer que estabas siendo un poco suave. ¿Todos los que tienen detención contigo ruegan tan sinceramente por un respiro de tus métodos? Tu rutina debe ser bastante atroz, después de todo.”

Harry se quedó tirado en el piso, sin atreverse a levantarse, sin atreverse a mirar. Malfoy había sido malditamente rápido en hacer ese reporte.

“Por favor, prosigue.” Continuó Voldemort. “Esto está empezando muy bien.”

De pronto una mano en su cabello; Snape había empuñado un mechón y jalaba a Harry, de rodillas otra vez. Harry trató de no quejarse. No enfrente de Snape y no enfrente de Voldemort.

“Es presuntuoso, señor Potter. Incluso desvergonzado.” Podía escuchar el disgusto no disimulado en la voz de Snape. “Pensé que sabía más que eso.”

¿Era eso algún doble significado en las palabras de Snape? Había estado en lo correcto, entonces; ¿que Snape hacía esto porque debía, y, de no ser por la presencia de Voldemort, podría haber escuchado las súplicas de Harry? ¿Escuchado, por lo menos?

Para lo que importaba eso, ahora.

“De pie e inclínate sobre mi escritorio. De una vez.”

Al levantarse para obedecer, Harry pensó que tal vez había estado en lo correcto después de todo. Fue por el de una vez; Snape nunca, en todos esos meses, hubiera pensado en necesitar de esas palabras adicionales para hacerlo obedecer.

Se inclinó sobre el escritorio, como le instruyeron, atento a la correa para que no quedara atrapada entre él y el escritorio en alguna forma que pudiera empujar las púas contra su cuello. Pero al girar su cabeza para dejar descansar su mejilla sobre el escritorio, se dio cuenta que había calculado mal; tenía una clara vista de Voldemort, relajado en la silla que estaba a un lado de la habitación, cerca de la puerta. Sus ojos se encontraron; Harry sabía que girar su cabeza ahora significaría admitir que estaba huyendo para no tener que verlo, o para que Voldemort no pudiera ver su rostro. Eso, no lo podía reconocer.


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